sábado, septiembre 30, 2006

El veinte

Para mi abogada-contadora favorita, porque "vos y el pecado nacieron juntos"
Y cuando creo justamente estar al borde del abismo de tus labios, resulta que tienes una mejor idea, una mayor perversión. Así, con esa mirada que sólo conocemos ambos, me retas, me invitas, me seduces, te tiendes lentamente, te vas perpetrando en el deseo y me prohíbes tocarte. Vuelvo a sonreír de sólo recordarte aquella nuestra noche, la primera, que tal vez hubiera sido la última de no haberte acariciado con poesía...

Pero es injusto decirte todo esto si ni siquiera he tenido tiempo o paciencia o letras para decirte por qué y para qué necesito tejer tus muslos en el recuerdo. Sé que tuvo que ser viernes, porque cualquier viernes es buena noticia y más si tocan a tu puerta el ocio, la quincena, el pago y el vicio juntos (quiero seguir diciendo tantas cosas y me interrumpe esa maldita manía tuya de interrumpìr, me sorprende esa manera tuya de sorprender, y deletreo tus letras porque apalabro tus palabras.)

Me impacienta tu impaciencia, pero ambos sabemos lo divertido que fue esa mañana cuando carajeabas entre dientes, mientras le exprimías las manecillas al reloj en la parada del autobús. Vuelvo a sonreír cuando repaso cómo me asesinaste con la mirada al acercarme y preguntarte la hora (confieso que fue más con ánimo de joderte el día, de pudrirte un minuto más, de desquiciarte, que por necesidad de conocer en qué minuto caminabas.)

Luego te dije gracias, me arreglé una manga y volví al ataque: “es Carolina Herrera tu perfume?” mientras tu “no” más agrio y desinteresado me acompañaba. Sonreí y no pude más que desenfundar el poco a poco, la relatividad y el espacio, el escape del mundo, la agenda, la calendarización necesaria de tu mirada y tu sonrisa para y por ti.

Quizá fue un acto compasivo de tu parte, tal vez las ganas de jugar el juego, lo único que sé es que luego de tanto y tanto estar al borde del estallamiento, después de tentar a tu paciencia y de provocar tu tolerancia, te arrebaté la primera sonrisa. Y tu voz se hizo dulce, y tus ojos fueron grandes y el sol salía de entre las nubes de ese jodido día con ese jodido clima tan jodidamente terrible. Y fuiste lenta, segura, tranquilamente a suavizar las líneas de tu rostro. Y comenzaste a contarme de tus dos carreras, de tus muchos trabajos y de tu poco tiempo para ti. De tus muchos éxitos y sus secuelas, de tus cero fracasos y sus muchas consecuencias.

Y te miré más linda que nunca, sería porque nunca te había visto. Y comencé a mascullar mis efectos secundarios de esa tarde, justo en el instante previo a que me hicieras el balance de la vida, a que me convencieras de divertirme con ella, de reírme del mundo, de abrir los brazos para, esta vez, por fin, decidida, irreductiblemente, dejar un rato a la sombra la sombra de mi sombra e irme a jugar con tu voz y sus bobadas.

“Nadie hubiera creído que detrás de esa pose de mujer intolerante y odiosa habría alguien con esa capacidad de improvisación”, te dije. “Y nadie hubiera creído que detrás de esa pose de poeta de esquina, filósofo de banqueta, hubiera alguien tan necio y tan miedoso”, -repusiste.

Por eso estoy aquí, en el piso cinco de cualquier lugar, viendo amanecer cerca de tu piel y lejos del mundo, cerca, más cerca que nunca del bien y de vos. Y entonces abres un ojo, con esa mirada, la número veinticuatro, suspirándome y volviendo a reír para hacerme reír, tal vez me besas para que yo escriba: “Y cuando creo justamente estar al borde del abismo de tus labios, resulta que tienes una mejor idea, una mayor perversión, y con esa mirada que sólo conocemos ambos, me retas, me invitas, me seduces, te tiendes lentamente, te vas perpetrando en el deseo y me prohíbes tocarte…” Y sólo atino a decirte "buenos días" y a volverte a mirar.
Y nada más importa.
Vale pues. Salud y que la Felicidad os tome por sorpresa en viernes (es un buen día para ser felices, dice El U)
El U, temeroso de tener miedo.

La Carnada

Para "chiquicondechi", por su no cumpleaños

Él cometía errores y faltas de ortografía. Pero eran más suyas que tuyas o mías. Sonreía porque sí y andaba al azar, aunque Dios no jugara a los dados. A él le gustaba una lata de coca, una mujer cuerda y un tanto loca, la vida del tiro y sin revés.

Pero he aquí.... no! no vamos a arruinar la vida de un hombre tan libre y tan feliz con la historia de una mujer...

Pongamos pues, para finalizar, que "el árbol fue feliz..."

Vale pues. Salud y Felicidad, es lo único que cuenta en esta vida.

El U y sus cuentos cortos que saben a nada.

martes, septiembre 12, 2006

12 de septiembre

Para el que me espera después de la gripa y justo al amanecer del diez de diciembre.
Anoche te vi. Eras igual que siempre o tal vez mejor que siempre. No entendí el por qué de tu lejanía, todavía te olía y jugaba a olvidarte. Aún no olvidaba la serena paciencia de tu sonrisa y tu trago largo a la botella de agua. Para qué decirte del ajedrez que hacías con los pasos tristes y combinabas la esperanza con tus definitivos motivos para ser felices.
Anoche te vi. Estabas más hermosa que siempre, más tierna que nunca, hiciste lo mismo de todas las noches, pero esta vez con un ritmo tan cadencioso que no pude hacer otra cosa que llorar frente a vos. Te juro que me duele el corazón si pronuncio tu nombre, te alerto para decirte que si alguna otra boca decide nombrarte, por más que las canciones te nombren, no te buscaré.
Anoche te vi. Eras una mujer completa, completa y conmigo. Y entonces no importó ni tu arrebato ni tu decisión al libre albedrío, sólo nos besábamos y reías conmigo, sólo hacías de la palabra una dicha, del amor un desvarío. Sólos tú y yo. Sin más ni menos, sin pasados y con un futuro.
Anoche te vi. Odiabas mis poses y las destruías, andabas por mi mirada y mis manos, las confiabas, las sentías. Anoche fue doce, no sé de qué año. Y no sé si poner mi acento en el futuro, en el presente o en el pasado.... porque anoche, anoche te soñé.
Y eras tan linda, que no quiero librarme de ti.
Vale pues. Salud y un doce de septiembre, el último, para sentir.
El Ulises, cantando como la cigarra al sol...

Autobuses.

"Amor se llama el juego
en el que un par de ciegos
juegan a hacerse daño..."
(Joaquín Sabina, "Amor se llama el juego")


Para la doctora y su des-pareja (el que la estuvo esperando un 12 de septiembre)... con afecto.

Creo que es necesaria la explicación antes del silencio definitivo. Porque aunque tantas veces prometido, no ha sido, ni es, lo determinante, lo decisivo. Pero esta vez sí es, o ha sido, la última. ¿Recuerdas cuántas veces amenacé desaparecerme para siempre? y siempre volvía a tu piel, una semana después, un mes, tal vez, un rostro o un cuerpo diferente, a armonizarte vida entre los labios, o a volver a redimirme entre tus pezones y sus resabios.

Pero este día te necesitaba más que nunca. Sería tal vez por la locura que tenía de tus piernas entre mis manos, de mis manos en tu cintura, tal vez creía que la locura de tu lejanía no pintaba las márgenes de las libretas con tintas de melancolía. No creas que todo era sexo, porque aunque te lo hice creer así, era a punta de besos tiernos, a pasos cortos para humillar lo eterno.

Ya sabes, esta alocada sonrisa, este siempre caminar al borde del camino, este buscar el destino por lo que alucino, me llevó a pensar que me querías tanto para no distanciarte. Y luego los pretextos: la distancia, el tiempo, los compromisos. No voy a decirte que no pensé que lo harías, pero era más fuerte la esperanza de alegría que los malos hechizos. Antes no había pretextos y hacíamos bobadas tan fuertes que amilanaban a los más herejes retos.

Ya sabes, este taller de orfebrería, con todos los moldes de tristeza y lascivia, no me da para más. Ahora que te escucho inventar razones y no sé qué más, sé que la historia imposible se ha consumado. Sé que por mucho que te necesite, no estás ni estarás a mi lado. Que a pesar del aplauso, del ritmo pesado, a raíz del zumbido y del tiempo pasado, no hay que encontrarle la circunferencia al cuadrado.

Ahora a desencadenar los limpios rencores, a desempolvar las frases ya hechas, a juntarme con el Ulises -ese asceta- que me dirá que lo esperaba, y volverá a sonreír, me felicitará por la última conquista, y después, me dirá que te deje ir...

Ahora que no alcanzaste el último autobús de la hora, ahora que no me faltas ni te sobras, ahora en que no mirás la hora, y ahora en que está la hora del aquí y el adiós, te digo y te repito, como en baratas al por mayor, que te agradezco por lo dicho y por lo hecho, que te agredo por lo bendito y lo maltrecho, que te confino a un recuerdo sin ti.

Vale pues. Salud y al menos dos historias más tristes para este doce del nueve, de cualquier año en "... que todas las noches sean noches de boda, que todas las lunas sean lunas de miel..."

Ulises, al que la gripa le da más motivos para sonreír


viernes, septiembre 08, 2006

Golpe de Estado

"En este país no cae una sola hoja de un árbol sin que yo lo sepa."
Augusto Pinochet, ex-dictador chileno.

Volví a caminar por todos los lugares que estuvimos. Como en uno de esos exorcismos baratos, con la lluvia de comparsa, asistí a finiquitar -según yo- esos temas pendientes con tu fantasma, a saldar cuentas de una buena vez y para siempre con tus reminiscencias, a clavar los últimos clavos en el ataúd de esto -como quiera que se llame- y desaparecerte por fin de mi vida.
No sobra decir que encontré pertrechada tu sonrisa más sincera detrás de la puerta de aquel viejo café -¿lo recordás?- y un suspiro cursi me atacó a mansalva. Resistí. Tampoco miento cuando digo que si vi a la parejita que se devoraba la boca -y me quedé absorto en ellos- fue por el puro ánimo de revivirme un poco, de enemistarme tantito con ése que se la pasa negándote desde el alba hasta el ocaso. Vamos, que le di un poco de oxígeno a tu resistencia sólo por diversión. En esas estaba cuando una sonrisa me tomó por asalto y con los primeros acordes de las "19 días y 500 noches" me mordí el labio inferior casi sin pensarlo, sin sentirlo.
El café, el viejo café me vomitó a la noche por ahí de las once menos cuarto (yo creo que sus entrañas no soportaron más mi amarga letanía.) Así que retorné a las calles, busqué tu mirada en casi todas las de cabello largo y ensortijado -menos en aquella que iba al lado del tipo gordito unocincuenta a bordo del Audi porque me pareció patética. De la luna ni sus luces, mis silogismos perfectamente armados y yo tan determinado a lograr la independencia. Entonces "La Fuente."
Nuestro primer encuentro-desencuentro: La Fuente, ¿la recordás? No creo. Pero supuse -hoy sé- que fue ahí y no después que inició "La Historia." Sin alegorías y con alegría vino la metralla del recuerdo: besos, madrugadas, música, palabras, acuerdos, gerberas, tus cuatro puntos suspensivos, promesas, piel, Fiesta Americana, café, Victoria's Secret, Pleasures, El Lado Oscuro del Corazón, libros, más miradas, ternura, sarcasmo, ironía, los planes, el proyecto, "yo te amo... yo tampoco", tus labios, la esperanza, los fines de semana de Vida, tu voz de niña, "¡dámelo, es mío!", la capacidad de dejarme callado con dos palabras, tu inteligencia, la sensibilidad, "sos escritora", los mundos tan diferentes, nuestra obstinada ansiedad por hacer la utopía posible....
Una de la mañana y yo ahí. Todo lloviéndome y yo ahí. "La Fuente" y yo. Justo en ese momento supe que mis imperios, llenos de la perogrullada de olvidarte, se tambaleaban. La artillería de todas tus personalidades ya estaba a las puertas de mí, incendiándome. Tu voz hilvanaba conspiraciones contra mi estabilidad. Cerré los ojos e imaginé tu sonrisa cenando trozos de este adiós. Aquel mi "statu-quo" hizo agua, se hundió en la nada; mientras tu cabello, más claro que el pensamiento, tomó posiciones decisivas, definitivas, determinantes, irreversibles. Así, mientras las manos me sudaban -o tal vez fuera la lluvia- miré a tu recuerdo guerrillero tomar posesión de mí, en tanto los resabios de este régimen -jodido desde el principio- se iba al exilio.
El Golpe de Estado que ni siquiera planeaste, del cual ni siquiera creo que estuvieras enterada y mucho menos creo que llegara a interesarte, se consumó. Sin fraudes ni conteos rápidos, sin democracias ni negociaciones, un gobierno de facto impuesto cualquier noche que pretendía hacerme el valiente. Así, sin más, tomé el Ipiranga de la dignidad y me fui bogando al Maravilloso País de las Cosas Rotas, mientras sonreía y me prometía no jugar más al Caudillo...

Agosto 26, 2o06.
Zócalo Cd. de Puebla.
02:27 hrs.

martes, marzo 21, 2006

Inventario

Para "Cecilia", ojalá lo lea.
El encuentro de agosto decidido por anticipado. La casi perfección del nombre, los dos ojos que miraban con tristeza y derribaban al más pintado, un par de piernas exceso, media cintura dos cuartas menos que lo imperfecto, cuatro cartas escritas en ningún lado, con remitente y destinatario. Los dedos largos y finos, pesadilla repetida del pasado. La rola de la Guzmán, crucificada en mi piel a punta de besos, algunas noches clandestinas, más tardes de besos fugaces, algunas mañanas de telegrama, mensajes con señales de humo, el "no quiero pedirte, porque no te ofrezco nada"
Un cuello que retaba a los labios, el perfecto cruce entre sensualidad y ternura, dos contratiempos y cincuenta desencuentros. Un rumor sordo que no te deja pensar. La playa de su cuerpo haciendo constelaciones sobre mi sonrisa. Una botella de vino que no bebimos, el aferrarse a la mano que no puede ser por más tiempo un puerto seguro. Ciento cuarenta sarcasmos, siete lágrimas bebidas, una sola promesa incumplida, su olor penetrando mi vida.
Veintiocho experiencias ofrecidas a su antojo, cuatrocientas palabras con el graffiti de su nombre, la luna tatuada en su espalda. Una escapada de la cárcel sin cerrojos, tres libros compartidos, algunos cafés, los cigarros justos y requeridos.
Cero futuros, cuatro pasados, menuda tarea construir el presente sobre el azar de los dados. Una historia que ya no sé si ocurrió. Un grito y la mentada de madre que se quedó a punto de ser esbozada, mis labios añorando su cuerpo, el encierro al que nos condenamos, esta lontananza que no termina de crecer, la de veces que nos extrañamos con ese programa absurdo que pasa en la tv.
Un reencuentro con más dudas que respuestas, más besos, menos frases, la otra canción, el suspiro que no expresé ni expreso. Acabar escribiendo, tanto tiempo después, el inventario de la resignación...
Vale pues. Salud y que el debe sea menos que el haber (o era al revés?)
Ulises, recordando al Bunbury que decía aquello de "y ahora estás en mi lista de promesas a olvidar..."

Primavera

"ese hombre que entra al bar sin sombra que le ladre..."
Amaury Pérez

Se trata solamente de un tipo caminando por el boulevard. De los muchos que te encuentras por las venas de esta paralítica ciudad. Se trata sólo de un fulano que camina ensimismado, con la vista fija en ninguna parte, en cualquier lado. Se trata de un soldado más, de un obrero más, de un lumpen más, con más deudas que ganancias en la cuenta de la felicidad. No es una crónica desesperada, ni una historia repetida al infinito, pero es otra de esas historias trilladas, de cualquiera que podría sentirse vivo si se le acabara la soledad.
Se trata sólo de un día más de cláxones y mundanal ruido, de compra, vende, renta, habla, piensa, pero no digas "yo existo." Se trata sólo de un hombre que camina y recorre las aristas del cubo que le tocó adornar. Se trata también de ausencias y largas noches, de llantos reprimidos, de copas rebosadas de locura, de alguno que otro reproche y del finiquito en el contrato de ternura.
Se trata, como sabés, de una tarde -la primera- de la primavera, que duele en cada hueso, que sabe a nostalgia sin tiempo. Se trata sólo de unas letras mal ordenadas, mal ordeñadas, para decir lo que se la extraña.
Vale pues. Salud y que el exilio de la vida no os deje caminando como zombies por la ciudad.
Ulises, sonriéndole a la luna, si es que hubiera...

jueves, marzo 09, 2006

Algunas cosas que ya no te diré

Aquella tarde, o aquellas tardes, cuando decidiste que mejor ya no, había preparado algo sólo para vos y para mí. Iba a hacer una enumeración de algunas cosas que ya no te diré. Como por ejemplo: que sos tan necesaria que duele respirar sin ti, que sos tan irrepetible que de sólo recordar tu mirada, sonreía, y en tus palabras encontraba el motivo para el exhorto a la felicidad.
Algunas cosas que ya no te diré: que tenía preparado un lugar para vos y para mí, que fui a ver los departamentos pequeños, siempre pequeños, para iniciar el camino juntos, compartir esta mascarada de la soledad y su melancolía, del pesimista y su gusto por el ajedrez.
Algunas cosas que ya no te diré: como aquella de tener el video clip justo para decirte que el destino nos cambia en un momento y es tiempo de cambiar el nuestro. Algunas cosas que ya no te diré: como que mis grandes fracasos los convertís, sólo porque sos vos, en pequeños éxitos, y hasta decirte que con sólo algunas tazas de café y conversación frente a vos, soy feliz, sólo con eso.
Algunas cosas que ya no te diré: como las otras de que con vos me siento completo, que nadie más podría ser mi pareja tan des-pareja como vos lo sos. Cosas tan triviales y tontas como darte flores y prometerte, jurarte, esta vez sí, que nada ni nadie nos va a separar.
Tenía preparado -como verás- todo un tinglado de sonrisas y aburridora ternura, de lágrimas de felicidad y madrugadas de pasión. Tenía preparado -como sabrás- un último intento de ser feliz, de retar a la maldición vetusta de mi soledad, de despilfarrar besos, abrazos y retos al qué dirán.
Pero vos -flaquita- no habés querido. Así que anoche me dio por escribirte "algunas cosas que ya no te diré"...
Vale pues. Salud y que la vida no os rete tan trepadoramente que tengaís que renunciar a lo jamás anunciado.
Ulises, sonriendo mientras mira las profecías cumplirse.

miércoles, marzo 08, 2006

No me hagas caso

Al final, como al principio, estoy aqui. Amándote... qué patético, no? Es como si no pudiera cerrar un ciclo que ya está caduco. Sólo quería decírtelo. No por ello te hago corresponsable, no así te hago cómplice, no te compliques, Ella, no te acongojes y mucho menos te enojes. Sólo quise decírtelo a las dos de la mañana de un día cualquiera.

No te olvido, no has pasado, no has terminado de dejar de estar. Ya te digo: no eres cómplice de esta confesión, no eres omnímoda presencia. No eres ni siquiera el dibujo que emborrono. Eres sólo aquí, ahora, en este preciso instante, lo que más amo, lo único que amo, lo que más quiero, lo único que quiero.

Podés estar con quien sea, podrás haberte casado, podrás amar a unos cuantos, podrás desear a otros más. Pero ya te digo: esto de aquí, esto que estoy sintiendo a las dos y media de la mañana, es para ti, es por ti, es sólo porque un día cualquiera (no recuerdo si fue en esta vida) te conocí, te asumí, te quise, and so on.

Shhh. Calla, no respondas, que esta confesión me duele más a mí que a vos. Tuve que reintentar lo no intentado para deducir lo nunca pensado. Pero basta ya de palabrería. Creo que nada es mejor que el hermoso silencio tuyo. Así que guarda esto para nosotros dos. Asúmelo y disfríutalo. No lo digas a nadie. Sólo seamos dos que saben lo que nadie más podría saber jamás.

domingo, febrero 12, 2006

14 de Febrero.

"-¿y cuál es tu plan para hoy?
- vivir!"
escuchado en alguna conversación.
Ni siquiera se percató de la fecha. Esa mañana se bañó como cualquier día, pensó en los pendientes y los proyectos, en los sueños y las pesadillas a granel. Todo perfectamente planeado para un día más de rutina. Como por azar o frenética costumbre, escuchó la radio y las noticias. La nota roja, los desmanes de la política, el eterno andar hacia el desfiladero. Luego, como su masoquismo alcanzaba cotas realmente risibles, leyó el diario: periodistas comploteadas, guerras, economías en quiebra, un presidente con el IQ de una amiba. El "1984" de Orwell llevado a la realidad. Putamadreó un rato, no se resignaba y, sin embargo, tuvo tiempo para desgranar una sonrisa. No supo por qué.
Movió la cabeza negativamente para asegurarse de no haber perdido la última gota de indignación. Salió a la calle, enfundado en el uniforme del obrero actual. Bostezó mientras esperaba el colectivo, se perdió en las medias y las piernas y la falda y la cintura breve -brevísima- y el perfume y la nariz de la "secre" que iba al trabajo con la pose de diva. Por algún tipo de sortilegio, un escalofrío le recorrío la espalda. No supo por qué.
Llegó a la oficina, perpetró el crimen del café y el cigarro matutino, atacó las teclas inmisericorde, con una fruición cercana a la enfermedad. Volvió a bostezar mientras veía los globos rojos y en forma de corazón pululando por doquier. Se desajustó la corbata que empezaba a ahogarle la garganta, alguien dijo algo y él alargó un suspiro como si nunca antes hubiera tenido la oportunidad de respirar. No supo por qué.
A la hora de la comida vio a todas las parejas tomadas de las manos, las rosas y las tarjetas, las sonrisas y los besos, los abrazos y las miradas, el perfume y las palabras. Todo mientras él, con la vista fija en algún lado -o en ninguna parte- seguía repasando los pendientes para el resto de la tarde. Súbitamente se escuchó cantando una antigua canción. No supo por qué.
La tarde transcurrió sin mayores bemoles y ya por la noche, en el inmundo tráfico, con los cláxones repitiendo la melodía del desespero, a través de la densa nube de smog, empezó a elucubrar el inventario para el día siguiente: hablar con tal, hacer cual, pensar esto y no decir aquello. Mientras el atorón hacía de las suyas y con velocidad era cero, vio en el cielo la luna, más linda que nunca, más redonda que nunca y, por algún atávico proceso, se llevó la mano a la frente, cerró los ojos y se inscribió a una tristeza momentánea. Pero no supo por qué.
El departamento pequeño, más frío que todos los días, le recibió sin diplomacia con las cuentas del agua, luz, teléfono y gas. El refrigerador le mostró con descaro sus interiores desnudos y el control remoto de la televisión se negó a obedecerle. Así que se fue a la misma habitación, en la misma cama, y con el mismo libro que no terminaba de leer.
Sólo entonces, sólamente hasta ese instante, mientras se aflojaba el nudo de la corbata, mientras intentaba quitarse un zapato con la ayuda del otro, repasó su día y encontró el por qué del suspiro, el por qué de la sonrisa, el por qué de la tristeza, el por qué de la mirada, el por qué de la canción. El nombre -que según él había olvidado- le golpeó la boca del estómago, le sacudió las entrañas, lo obligó a apretar los ojos y los dientes. En un proceso inconsciente, el mismo nombre afloró en sus labios como en un murmullo y, lentamente, sin aspavientos ni dramas de por medio, empezó a escribirle una carta sin remitente ni destinatario, en el día más comercial del año.
Luego, liberado de su carga, se dispuso a continuar con la rutina de esta vida sin technicolor.
Vale pues. Salud y que el 14 de febrero sea diferente al 13 y al 15. Nomás por el gusto.
El U.

martes, febrero 07, 2006

Dios no juega a los dados

“Tampoco pienses que pudo ser de otra forma. Imagina la de coincidencias que tuvieron que ocurrir para que tú y yo, envejecidos de tanta niñez, nos arrojásemos a este laberinto sin escalas” -me escupiste desde el café americano del primer domingo que teníamos para nosotros. “Ni tampoco creas que nuestro ayuno de palabras al reconocernos, era parte de un destino manifiesto (no me tengo en tan alta estima de las deidades). Jamás he pensado que fuera un milagro, un prodigio, profecía de Felicidad. Tal vez sólo fue una de esas derivadas con tendencia infinita, alguna integración que no encajaba del todo. Algo así como la ecuación que un niño se aburre de resolver y simplemente deja fuera cualquiera de las variables para darle una solución inmediatista.” Yo seguía pensando esa puta manía tuya de llevarlo todo a la matemática.

Entre fastidiado y desmemoriado sólo atiné a responder: “Por eso, lo de aquí y ahora tiene esa explicación barata y pueril de decir que fue así como sólo dar la vuelta a la esquina y coincidir con tu mirada; o entrar en esa oficina y elaborar tu sonrisa desde algún recuerdo borroso; o pedirme la hora mientras tarareabas la rolita del Joaco y sus secuaces, y yo hacía segunda y te invitaba a café antes de decirte que tenías “la oportunidad de ser una mujer además de una dama”

Suspiraste malignamente: “Ni siquiera tuve la intención de saberte a medias, de conocerte un poco. Yo ya estaba aburrida de esas cacerías que terminan entre sábanas y promesas de desayuno amargos.”

Solté la carcajada que sabía más a celos que a sesión de cortesía antes de continuar: “Pero un día dijiste como al azar que Onetti te parecía aburridísimo y preferías a Cortázar. Sonreí y te inventé dos letras nuevas de un abecedario que sólo tú conoces. Iluminada, cansada de tanta perogrullada mía, soltaste tu aversión a Coelho y otros dos. Extendiste, así como cheque al portador, que no te hablara de religiones, salvaciones ni de Dios. “Va” –te respondí mientras bostezaba y te cometía una falta de ortografía entre el cabello.

-¿Recordás cuando te pregunte si esto era la historia sin fin?
-Todo acaba, respondiste sin dudar.

Me vi tan reflejado en tu ternura bestial que me resigné a que el cuento terminaba ahí. Luego, cuando firmamos con un beso la renuncia a esto que empezó como un juego, sonreímos, nos supimos exiliados de Ludicalia y vos, como en un plano cuidadosamente trazado, escribiste sobre mis labios la palabra “Fin”.

“Dios no juega a los dados” reverberaba tu voz en mi mente mientras te observaba alejarte entre el gentío de un domingo a las cinco menos diez.

lunes, enero 09, 2006

Epifanía

A Darío, por la historia
Fue sorprendente. Casi como si recién descubriera que la vida es una ráfaga de buenas noticias. Si pudiera decirte y contarte exactamente qué fue loque pasó. Pero no creo poder, no soy tan exacto para describir los estados de ánimo.
Basta decir, por ejemplo, que esa noche dormí hasta tarde, y no porque estuviera esperando a los Reyes Magos, ni siquiera porque esperase un regalo de nadie. Es sólo que el excesivo uso de la cafeína me duele por las noches y acelera mi insomnio, lo lleva a lugares inimaginables. Así que pasé despierto gran parte de la noche. Fue a las cinco menos cuarto que vi por última vez el reloj despertador. Si hacemos cuentas, a las 7 y media que estaba de pie, sólo había dormido algo así como dos horas y media, cosa parecida.
Seis de Enero. Epifanía, bostecé. Me rasqué la cabeza, me vi ante el espejo y me dije en tono irónico: Feliz Día de Reyes. En ese mismo tono, le dije al espejo, sarcásticamente: "y qué, no vas a ir a ver si hay un regalo para ti?" Fuera por espíritu masoquista, fuera por mero ánimo de joderme más ese día, fui al árbol de navidad y, obviamente, no había nada. Sonreí amargamente y le dije a mi otro yo, ése que siempre se esfuerza porjoderme la vida: "ves? nadie nos trajo nada, estamos en el hoyo y cavando..." Desayuné, putamadreé al noticiero, me dio frío y decidí bañarme con agua helada. En fin, un inventario de tragedias, sí, otro, como los que acostumbro, para no hacer excepcional mi día.
Pero he aquí que a las once menos cuarto de la mañana, justamente cuando estaba a punto de salir por la enésima cajetilla de tabacos, ahí, debajo del timbre, junto a la puerta, exactamente en el rincón más sencillo de la casa, una bolsa pequeña, de esas que sirven para envolver regalos, me echaba la vista y me guiñaba un ojo. Sonreí melancólico, escéptico, irónico, incrédulo. Fui desesperanzado ycon una mínima luz en el bolsillo a registrarla. Su contenido: el más simbólico cidi de aquel, una flor y una carta -impresa, no a mano por aquello de que se pudiera investigar la caligrafía- que decía simple y absolutamente:"ojalá lo disfrutes"
Sólo por eso, sólo así, volví a creer en los Reyes Magos. No supe jamás quién era el o la remitente del regalo, pero en realidad no importaba demasiado. Importaba, en todo caso, que su interés era devolverme un poquito de fé en la humanidad, en la vida, y lo logró...
Vale pues. Salud y el mejor regalo de Día de Reyes: la esperanza.
U, escuchando al vecino que escucha"Alivio de Luto"