"En este país no cae una sola hoja de un árbol sin que yo lo sepa."
Augusto Pinochet, ex-dictador chileno.
Volví a caminar por todos los lugares que estuvimos. Como en uno de esos exorcismos baratos, con la lluvia de comparsa, asistí a finiquitar -según yo- esos temas pendientes con tu fantasma, a saldar cuentas de una buena vez y para siempre con tus reminiscencias, a clavar los últimos clavos en el ataúd de esto -como quiera que se llame- y desaparecerte por fin de mi vida.
No sobra decir que encontré pertrechada tu sonrisa más sincera detrás de la puerta de aquel viejo café -¿lo recordás?- y un suspiro cursi me atacó a mansalva. Resistí. Tampoco miento cuando digo que si vi a la parejita que se devoraba la boca -y me quedé absorto en ellos- fue por el puro ánimo de revivirme un poco, de enemistarme tantito con ése que se la pasa negándote desde el alba hasta el ocaso. Vamos, que le di un poco de oxígeno a tu resistencia sólo por diversión. En esas estaba cuando una sonrisa me tomó por asalto y con los primeros acordes de las "19 días y 500 noches" me mordí el labio inferior casi sin pensarlo, sin sentirlo.
El café, el viejo café me vomitó a la noche por ahí de las once menos cuarto (yo creo que sus entrañas no soportaron más mi amarga letanía.) Así que retorné a las calles, busqué tu mirada en casi todas las de cabello largo y ensortijado -menos en aquella que iba al lado del tipo gordito unocincuenta a bordo del Audi porque me pareció patética. De la luna ni sus luces, mis silogismos perfectamente armados y yo tan determinado a lograr la independencia. Entonces "La Fuente."
Nuestro primer encuentro-desencuentro: La Fuente, ¿la recordás? No creo. Pero supuse -hoy sé- que fue ahí y no después que inició "La Historia." Sin alegorías y con alegría vino la metralla del recuerdo: besos, madrugadas, música, palabras, acuerdos, gerberas, tus cuatro puntos suspensivos, promesas, piel, Fiesta Americana, café, Victoria's Secret, Pleasures, El Lado Oscuro del Corazón, libros, más miradas, ternura, sarcasmo, ironía, los planes, el proyecto, "yo te amo... yo tampoco", tus labios, la esperanza, los fines de semana de Vida, tu voz de niña, "¡dámelo, es mío!", la capacidad de dejarme callado con dos palabras, tu inteligencia, la sensibilidad, "sos escritora", los mundos tan diferentes, nuestra obstinada ansiedad por hacer la utopía posible....
Una de la mañana y yo ahí. Todo lloviéndome y yo ahí. "La Fuente" y yo. Justo en ese momento supe que mis imperios, llenos de la perogrullada de olvidarte, se tambaleaban. La artillería de todas tus personalidades ya estaba a las puertas de mí, incendiándome. Tu voz hilvanaba conspiraciones contra mi estabilidad. Cerré los ojos e imaginé tu sonrisa cenando trozos de este adiós. Aquel mi "statu-quo" hizo agua, se hundió en la nada; mientras tu cabello, más claro que el pensamiento, tomó posiciones decisivas, definitivas, determinantes, irreversibles. Así, mientras las manos me sudaban -o tal vez fuera la lluvia- miré a tu recuerdo guerrillero tomar posesión de mí, en tanto los resabios de este régimen -jodido desde el principio- se iba al exilio.
El Golpe de Estado que ni siquiera planeaste, del cual ni siquiera creo que estuvieras enterada y mucho menos creo que llegara a interesarte, se consumó. Sin fraudes ni conteos rápidos, sin democracias ni negociaciones, un gobierno de facto impuesto cualquier noche que pretendía hacerme el valiente. Así, sin más, tomé el Ipiranga de la dignidad y me fui bogando al Maravilloso País de las Cosas Rotas, mientras sonreía y me prometía no jugar más al Caudillo...
Agosto 26, 2o06.
Zócalo Cd. de Puebla.
02:27 hrs.
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