miércoles, mayo 25, 2005

Imagina

Imagina que llueve. Imagina el camino inundado. Imagina a un hombre que va por la acera, sin luz de faroles, sin ganas de correr a protegerse. Sólo la lluvia, asidua compañera, eterna cómplice, le va minando la vida. Imagina la tarde más triste de la que tengas memoria, el cielo oscurecido por completo, sin gota de sol, con gotas en cascada, cayendo, cayendo, cayendo.

Él camina despacio, recibiéndolo todo, absorbiéndolo todo. La avenida desierta. Imagina el sonido de la lluvia raspando los charcos. Frío. Todo es frío. Sabrás imaginar -también- que el hombre no tiene a dónde llegar, que no tuvo de dónde partir, que el frío cala hasta los huesos y que la maleta que lleva está embarazada de sueños inconclusos, de canciones tristes, de caricias postergadas, de violines y pianos, de noches sabor a piel.

Imagina, cómo sólo tú sabes imaginar, el recuento que él hace de tiempos mejores, que pasa una mano por el rostro y las cicatrices de su cara son muestra fehaciente que el otoño ya llegó. No se sabe si va llorando, porque la lluvia es cómplice perfecto del llanto, nadie que llore lo hace sin lluvia.

Imagina cómo todos le miran desde el colectivo, desde las ventanas, desde cualquier rincón en que existe la alegría. Sólo él, por la avenida, sabe lo que va pensando, lleva el sobretodo inundado, el alma vacía. Imagina una historia: Su amada murió, o se fue, o nunca existió.

Imagina que da vuelta en la esquina, que no lo volverás a ver, que jamás volverás a saber de él, y no te importa. Imagina que ese hombre escribirá unas cuantas letras manchadas de lluvia, despedida traidora, esperanza perdida, soliloquio a la nada, que cualquier día de lluvia vos leerás. Tan sólo imagina. Imagina. Imagina...

El U, que dice que es bien lindo ver llover y no mojarse.

martes, mayo 17, 2005

Letras, Amores y Aberraciones peores

Letras. Letras. Letras arrítmicas, solapadas, abandonadas. Letras que se unen y hacen sílabas, sílabas ininteligibles, sílabas armónicas pero sin finales, sin inicios, sílabas convenencieras y advenedizas. Sílabas estúpidas y corrosivas. Sílabas acentuadas, porque cómo podría acentuarse la tragedia de "pérdida y perdida" si bien se sabe que la segunda conduce a la primera (que no viceversa). Sílabas que se buscan, se hacen, se conjugan y procrean palabras. Palabras con acento, palabras enclíticas, agudas como el filo de un adiós, grave como enamorarse y al final saber que terminó. Palabras absurdas que, si les das espacio, como a los amores, se vuelven algo más coherente, una oración.
Oraciones, que no rezos. Rezos que no besos. Oraciones con no mucho sentido. Muestras de que unas cuantas letras, unidas, pueden hacer el milagro. Oraciones para que vuelvas -o para que no vuelvas- para que me quieras -o me odies, o de plano te inspire simplemente nada. Nada. Nada. En La Nada, donde me piensas, las oraciones pierden la magia, no son otra cosa que un cúmulo de garabatos y espacios que nadie entiende, porque sólo vos, sólo yo, sabemos que no fuiste letra y no hicimos sílabas, que no sólo era la palabra, que fuimos más que una oración...
Y quién lo dijera, quién lo dijera, todo empezó por las pinches letras.