martes, julio 27, 2010

Mariposa

Imagina que me da por ser ingenuo y por creer que todavía los finales pueden ser distintos y que incluso podrían sorprenderme. Supongamos que te creo y que decido subirme al caballitopolo, o siendo más osados, que me embarco en el yatenáutica y me da por observar la vida a través de un polarizadoarmani. Digamos que entonces, me aferro a alguna tonada empalagosa tal vez pegajosa, que me dice que los opuestos se atraen y me convence que yo sin ti y tú sin mí ya no somos dos y somos uno en realidad.

Entonces me diría que esa pose, que usualmente me parece eso, y no una forma de ser, es auténtica y que en verdad serías esa modelo de pasarela, esa mercadólogachavitabien, que está dispuesta a caminar junto a un profesor, maestro, escritor, con alguna inclinación a la izquierda, del que se han dicho cosas mucho peores.

Digamos que entonces nos arrancamos las etiquetas y serías sólo tú y sólo yo. Digamos que te tomo de la mano, te paseo como adorno en este paso sin tregua que llevo por la vida. Entonces podría subirme a un convertible o a un todo terreno, contigo como copiloto, seguro que sin importar la velocidad, o lo accidentado del camino, llegaríamos (aunque a pesar del optimismo, todavía no sé a dónde).

Por unos cuantos instantes, me podría despojar de esta necia tendencia a analizar y desechar todo aquello que me parezca superficial y banal. Podría incluso creer que lo escrito en un muro es verdadero y que presagia un futuro de final feliz.

Tal vez me convencería que las mariposas no están hechas para volar y que posada ahí, en ese lugar donde antes pensé que era absurdo colocarla, ahí está ella anunciando el amor verdadero y el inicio de este nuevo lovpareid.

Pero entonces, si todo esto pasara, ¿en qué momento, esa mariposa que se aferra a golpear en mi ventana, me convencería de que las mariposas vuelan y me traería de vuelta a la realidad?

Condechita, practicando su telepatía.

viernes, julio 23, 2010

Plastilina

Solo casi solitario, él y su lucha, él y sus recuerdos, él y sus anhelos, él y ese pesimismo pragmático que le confirmaba la teoría: Ella no existe.

A pesar de las premisas y los resultados negativos, haciendo a un lado paradigmas, se aventuró, por la calle de la ilusión, esquina con Reforma y la vislumbró a lo lejos, parada en un camellón, esperando el siga y posando mientras esto sucedía.

Tomó el molde, cuerpo de proporciones antojables y la frente un poco más alta que otras, y se la llevó a un café. Con el molde entre sus manos, estrechó un poco más su cintura y le acentuó los senos, le dibujó cabello largo y le agregó un gusto musical ecléctico.

Jugando el molde entre sus manos se atrevió a soñar. La tomó de la mano, y la gente los voltearía a ver, los hombres preguntando cómo le hizo y las mujeres, antojadas de ser llevadas de esa forma. Sería el adorno perfecto en reuniones, su copiloto en el deportivo de la vida, agregándole estética al sendero de lucha.

Aferrado a su mano e incluso más al sueño, la condimentó con una cierta dulzura, casi empalagosa. La salpicó de caprichos un tanto banales que antes de molestar, podrían producirle sonrisas. La adornó de aristocracia y la llamó princesa. La realeza a su lado, no le vendría mal al entrar a la charcutería o al palacio (de hierro).

El molde logró empatar perfectamente sus manos (las de él) con las de ella. Entonces (él) se atrevió a seguir soñando, le escribió más de dos renglones y el molde comenzó a escribir en respuesta, casi como dos que adornan un muro cibernético, que irónicamente parece real.
Cada vez que la lee, (él) se permite soñar y se imagina que esta vez sí, que esta vez será. Con Sabina mordiéndole la oreja, y advirtiendo que tal vez tendría la falda muy corta, que tal vez su frente estaría muy alta, lo ignoró y le agregó el último adorno: la mayúscula.

Cuentan que la llama Ella y que esta vez, esta vez sí será, aún cuando a veces, el olor a plastilina le gruñe recordándole que tal vez, sólo sea un molde.

Condechita con el emepetres de Sabina, que le dice: y sin embargo te quiero.

viernes, julio 09, 2010

La Creación

El séptimo día descansó… pero el octavo día pensó que no era suficiente. El antagonismo no podía quedar en manos de una figura de cuernos, cola y traje carmesí.  La serpiente, después de mucho arrastrarse, terminaría por perder su gracia y papel estelar. 

Los animalitos, los otros no tan animales, el mar, el cielo, las estrellas… ¡No, parece que falta algo! 

Tras analizar su “cheklist” empezó a juntar varios elementos:

Ironía… el antagónico debe ser irónico. (La ceja levantada y la sonrisa de lado para acentuarlo)

Corriente ideológica contraria a la aceptada por el sistema. Que lea, que lea todo y luego emita juicios acertados, duros e incómodos.

¿Modelo? Modelo 77, para que en su edad adulta haga ruido en un mundo neoliberal, clasista, injusto, desequilibrado, silencioso y aletargado.

Preferencia sexual: mujeres, más de 100 en su inventario

Estado civil: libre, nómada, ermitaño (incluso podrían llamarle autista sentimental)

Molde: estatura media, tez morena clara, ojos profundos, burla a la vanidad, ágil para saltar muros y cercos ajenos en plena huida de la mediocridad.

Le puso pies, le puso piernas, brazos y manos, le agregó sueños y lo condimentó con un saborcito amargo, que lo pruebas y después de un puchero, quieres probar más.

Corazón acorazado, protegido, fragilidad de hierro… o tal vez, como el hombre de hojalata, va por la vida buscando el corazón, que tras tanto barrote lo considera perdido.

Le adornó la mano con un bolígrafo como apéndice, ágil, rápido y mordaz.Le puso interés en las letras, en la economía, en la política… incapaz de subirse al caballitoPolo o al barquitonáutica.

Así lo creó, un blanco o un negro, pero jamás el hombre del traje gris. Lo podrías amar (PRECAUCIÓN: actividad poco recomendable para ellas incapaces de volar) o querrás detestarlo, pero nunca te será indiferente.

Presencia ambigua, nunca ambivalente, congruente e irreductible. Encanto y encantador, ágil para subir a las camas y para bajar a cualquiera de ella.

Así lo creo, en el octavo día, cuando todo estaba creado, pero faltaba él. Vio su obra terminada, con fallas y aciertos, sonrió de medio lado y lo llamó Muñequito… así lo nombró. 

Un abrazo desde mi oficina y el viernes que después de las 12 ya no debería ser laboral.
Condechi.