sábado, septiembre 30, 2006

El veinte

Para mi abogada-contadora favorita, porque "vos y el pecado nacieron juntos"
Y cuando creo justamente estar al borde del abismo de tus labios, resulta que tienes una mejor idea, una mayor perversión. Así, con esa mirada que sólo conocemos ambos, me retas, me invitas, me seduces, te tiendes lentamente, te vas perpetrando en el deseo y me prohíbes tocarte. Vuelvo a sonreír de sólo recordarte aquella nuestra noche, la primera, que tal vez hubiera sido la última de no haberte acariciado con poesía...

Pero es injusto decirte todo esto si ni siquiera he tenido tiempo o paciencia o letras para decirte por qué y para qué necesito tejer tus muslos en el recuerdo. Sé que tuvo que ser viernes, porque cualquier viernes es buena noticia y más si tocan a tu puerta el ocio, la quincena, el pago y el vicio juntos (quiero seguir diciendo tantas cosas y me interrumpe esa maldita manía tuya de interrumpìr, me sorprende esa manera tuya de sorprender, y deletreo tus letras porque apalabro tus palabras.)

Me impacienta tu impaciencia, pero ambos sabemos lo divertido que fue esa mañana cuando carajeabas entre dientes, mientras le exprimías las manecillas al reloj en la parada del autobús. Vuelvo a sonreír cuando repaso cómo me asesinaste con la mirada al acercarme y preguntarte la hora (confieso que fue más con ánimo de joderte el día, de pudrirte un minuto más, de desquiciarte, que por necesidad de conocer en qué minuto caminabas.)

Luego te dije gracias, me arreglé una manga y volví al ataque: “es Carolina Herrera tu perfume?” mientras tu “no” más agrio y desinteresado me acompañaba. Sonreí y no pude más que desenfundar el poco a poco, la relatividad y el espacio, el escape del mundo, la agenda, la calendarización necesaria de tu mirada y tu sonrisa para y por ti.

Quizá fue un acto compasivo de tu parte, tal vez las ganas de jugar el juego, lo único que sé es que luego de tanto y tanto estar al borde del estallamiento, después de tentar a tu paciencia y de provocar tu tolerancia, te arrebaté la primera sonrisa. Y tu voz se hizo dulce, y tus ojos fueron grandes y el sol salía de entre las nubes de ese jodido día con ese jodido clima tan jodidamente terrible. Y fuiste lenta, segura, tranquilamente a suavizar las líneas de tu rostro. Y comenzaste a contarme de tus dos carreras, de tus muchos trabajos y de tu poco tiempo para ti. De tus muchos éxitos y sus secuelas, de tus cero fracasos y sus muchas consecuencias.

Y te miré más linda que nunca, sería porque nunca te había visto. Y comencé a mascullar mis efectos secundarios de esa tarde, justo en el instante previo a que me hicieras el balance de la vida, a que me convencieras de divertirme con ella, de reírme del mundo, de abrir los brazos para, esta vez, por fin, decidida, irreductiblemente, dejar un rato a la sombra la sombra de mi sombra e irme a jugar con tu voz y sus bobadas.

“Nadie hubiera creído que detrás de esa pose de mujer intolerante y odiosa habría alguien con esa capacidad de improvisación”, te dije. “Y nadie hubiera creído que detrás de esa pose de poeta de esquina, filósofo de banqueta, hubiera alguien tan necio y tan miedoso”, -repusiste.

Por eso estoy aquí, en el piso cinco de cualquier lugar, viendo amanecer cerca de tu piel y lejos del mundo, cerca, más cerca que nunca del bien y de vos. Y entonces abres un ojo, con esa mirada, la número veinticuatro, suspirándome y volviendo a reír para hacerme reír, tal vez me besas para que yo escriba: “Y cuando creo justamente estar al borde del abismo de tus labios, resulta que tienes una mejor idea, una mayor perversión, y con esa mirada que sólo conocemos ambos, me retas, me invitas, me seduces, te tiendes lentamente, te vas perpetrando en el deseo y me prohíbes tocarte…” Y sólo atino a decirte "buenos días" y a volverte a mirar.
Y nada más importa.
Vale pues. Salud y que la Felicidad os tome por sorpresa en viernes (es un buen día para ser felices, dice El U)
El U, temeroso de tener miedo.

La Carnada

Para "chiquicondechi", por su no cumpleaños

Él cometía errores y faltas de ortografía. Pero eran más suyas que tuyas o mías. Sonreía porque sí y andaba al azar, aunque Dios no jugara a los dados. A él le gustaba una lata de coca, una mujer cuerda y un tanto loca, la vida del tiro y sin revés.

Pero he aquí.... no! no vamos a arruinar la vida de un hombre tan libre y tan feliz con la historia de una mujer...

Pongamos pues, para finalizar, que "el árbol fue feliz..."

Vale pues. Salud y Felicidad, es lo único que cuenta en esta vida.

El U y sus cuentos cortos que saben a nada.

martes, septiembre 12, 2006

12 de septiembre

Para el que me espera después de la gripa y justo al amanecer del diez de diciembre.
Anoche te vi. Eras igual que siempre o tal vez mejor que siempre. No entendí el por qué de tu lejanía, todavía te olía y jugaba a olvidarte. Aún no olvidaba la serena paciencia de tu sonrisa y tu trago largo a la botella de agua. Para qué decirte del ajedrez que hacías con los pasos tristes y combinabas la esperanza con tus definitivos motivos para ser felices.
Anoche te vi. Estabas más hermosa que siempre, más tierna que nunca, hiciste lo mismo de todas las noches, pero esta vez con un ritmo tan cadencioso que no pude hacer otra cosa que llorar frente a vos. Te juro que me duele el corazón si pronuncio tu nombre, te alerto para decirte que si alguna otra boca decide nombrarte, por más que las canciones te nombren, no te buscaré.
Anoche te vi. Eras una mujer completa, completa y conmigo. Y entonces no importó ni tu arrebato ni tu decisión al libre albedrío, sólo nos besábamos y reías conmigo, sólo hacías de la palabra una dicha, del amor un desvarío. Sólos tú y yo. Sin más ni menos, sin pasados y con un futuro.
Anoche te vi. Odiabas mis poses y las destruías, andabas por mi mirada y mis manos, las confiabas, las sentías. Anoche fue doce, no sé de qué año. Y no sé si poner mi acento en el futuro, en el presente o en el pasado.... porque anoche, anoche te soñé.
Y eras tan linda, que no quiero librarme de ti.
Vale pues. Salud y un doce de septiembre, el último, para sentir.
El Ulises, cantando como la cigarra al sol...

Autobuses.

"Amor se llama el juego
en el que un par de ciegos
juegan a hacerse daño..."
(Joaquín Sabina, "Amor se llama el juego")


Para la doctora y su des-pareja (el que la estuvo esperando un 12 de septiembre)... con afecto.

Creo que es necesaria la explicación antes del silencio definitivo. Porque aunque tantas veces prometido, no ha sido, ni es, lo determinante, lo decisivo. Pero esta vez sí es, o ha sido, la última. ¿Recuerdas cuántas veces amenacé desaparecerme para siempre? y siempre volvía a tu piel, una semana después, un mes, tal vez, un rostro o un cuerpo diferente, a armonizarte vida entre los labios, o a volver a redimirme entre tus pezones y sus resabios.

Pero este día te necesitaba más que nunca. Sería tal vez por la locura que tenía de tus piernas entre mis manos, de mis manos en tu cintura, tal vez creía que la locura de tu lejanía no pintaba las márgenes de las libretas con tintas de melancolía. No creas que todo era sexo, porque aunque te lo hice creer así, era a punta de besos tiernos, a pasos cortos para humillar lo eterno.

Ya sabes, esta alocada sonrisa, este siempre caminar al borde del camino, este buscar el destino por lo que alucino, me llevó a pensar que me querías tanto para no distanciarte. Y luego los pretextos: la distancia, el tiempo, los compromisos. No voy a decirte que no pensé que lo harías, pero era más fuerte la esperanza de alegría que los malos hechizos. Antes no había pretextos y hacíamos bobadas tan fuertes que amilanaban a los más herejes retos.

Ya sabes, este taller de orfebrería, con todos los moldes de tristeza y lascivia, no me da para más. Ahora que te escucho inventar razones y no sé qué más, sé que la historia imposible se ha consumado. Sé que por mucho que te necesite, no estás ni estarás a mi lado. Que a pesar del aplauso, del ritmo pesado, a raíz del zumbido y del tiempo pasado, no hay que encontrarle la circunferencia al cuadrado.

Ahora a desencadenar los limpios rencores, a desempolvar las frases ya hechas, a juntarme con el Ulises -ese asceta- que me dirá que lo esperaba, y volverá a sonreír, me felicitará por la última conquista, y después, me dirá que te deje ir...

Ahora que no alcanzaste el último autobús de la hora, ahora que no me faltas ni te sobras, ahora en que no mirás la hora, y ahora en que está la hora del aquí y el adiós, te digo y te repito, como en baratas al por mayor, que te agradezco por lo dicho y por lo hecho, que te agredo por lo bendito y lo maltrecho, que te confino a un recuerdo sin ti.

Vale pues. Salud y al menos dos historias más tristes para este doce del nueve, de cualquier año en "... que todas las noches sean noches de boda, que todas las lunas sean lunas de miel..."

Ulises, al que la gripa le da más motivos para sonreír


viernes, septiembre 08, 2006

Golpe de Estado

"En este país no cae una sola hoja de un árbol sin que yo lo sepa."
Augusto Pinochet, ex-dictador chileno.

Volví a caminar por todos los lugares que estuvimos. Como en uno de esos exorcismos baratos, con la lluvia de comparsa, asistí a finiquitar -según yo- esos temas pendientes con tu fantasma, a saldar cuentas de una buena vez y para siempre con tus reminiscencias, a clavar los últimos clavos en el ataúd de esto -como quiera que se llame- y desaparecerte por fin de mi vida.
No sobra decir que encontré pertrechada tu sonrisa más sincera detrás de la puerta de aquel viejo café -¿lo recordás?- y un suspiro cursi me atacó a mansalva. Resistí. Tampoco miento cuando digo que si vi a la parejita que se devoraba la boca -y me quedé absorto en ellos- fue por el puro ánimo de revivirme un poco, de enemistarme tantito con ése que se la pasa negándote desde el alba hasta el ocaso. Vamos, que le di un poco de oxígeno a tu resistencia sólo por diversión. En esas estaba cuando una sonrisa me tomó por asalto y con los primeros acordes de las "19 días y 500 noches" me mordí el labio inferior casi sin pensarlo, sin sentirlo.
El café, el viejo café me vomitó a la noche por ahí de las once menos cuarto (yo creo que sus entrañas no soportaron más mi amarga letanía.) Así que retorné a las calles, busqué tu mirada en casi todas las de cabello largo y ensortijado -menos en aquella que iba al lado del tipo gordito unocincuenta a bordo del Audi porque me pareció patética. De la luna ni sus luces, mis silogismos perfectamente armados y yo tan determinado a lograr la independencia. Entonces "La Fuente."
Nuestro primer encuentro-desencuentro: La Fuente, ¿la recordás? No creo. Pero supuse -hoy sé- que fue ahí y no después que inició "La Historia." Sin alegorías y con alegría vino la metralla del recuerdo: besos, madrugadas, música, palabras, acuerdos, gerberas, tus cuatro puntos suspensivos, promesas, piel, Fiesta Americana, café, Victoria's Secret, Pleasures, El Lado Oscuro del Corazón, libros, más miradas, ternura, sarcasmo, ironía, los planes, el proyecto, "yo te amo... yo tampoco", tus labios, la esperanza, los fines de semana de Vida, tu voz de niña, "¡dámelo, es mío!", la capacidad de dejarme callado con dos palabras, tu inteligencia, la sensibilidad, "sos escritora", los mundos tan diferentes, nuestra obstinada ansiedad por hacer la utopía posible....
Una de la mañana y yo ahí. Todo lloviéndome y yo ahí. "La Fuente" y yo. Justo en ese momento supe que mis imperios, llenos de la perogrullada de olvidarte, se tambaleaban. La artillería de todas tus personalidades ya estaba a las puertas de mí, incendiándome. Tu voz hilvanaba conspiraciones contra mi estabilidad. Cerré los ojos e imaginé tu sonrisa cenando trozos de este adiós. Aquel mi "statu-quo" hizo agua, se hundió en la nada; mientras tu cabello, más claro que el pensamiento, tomó posiciones decisivas, definitivas, determinantes, irreversibles. Así, mientras las manos me sudaban -o tal vez fuera la lluvia- miré a tu recuerdo guerrillero tomar posesión de mí, en tanto los resabios de este régimen -jodido desde el principio- se iba al exilio.
El Golpe de Estado que ni siquiera planeaste, del cual ni siquiera creo que estuvieras enterada y mucho menos creo que llegara a interesarte, se consumó. Sin fraudes ni conteos rápidos, sin democracias ni negociaciones, un gobierno de facto impuesto cualquier noche que pretendía hacerme el valiente. Así, sin más, tomé el Ipiranga de la dignidad y me fui bogando al Maravilloso País de las Cosas Rotas, mientras sonreía y me prometía no jugar más al Caudillo...

Agosto 26, 2o06.
Zócalo Cd. de Puebla.
02:27 hrs.