miércoles, diciembre 05, 2007

Carta a los Reyes Magos.

Para Janet, porque te la debía… perdón por la tardanza

Apreciables Señores:

Es muy probable que les extrañen estas letras escritas casi a la carrera, sin mucho orden ni coherencia, pero –sobre todo esto- es posible que les sorprenda que a estas alturas del partido les dirija siquiera un texto breve, brevísimo; máxime si es por todos conocido que las monarquías fenecieron casi todas y las que sobreviven son patéticamente representadas por ancianos estúpidos que todavía piensan que con un “¿por qué no te callas?” silenciarán la voz de un pueblo.
Bueno, bueno… pero me estoy saliendo del tema. Les decía: no puse el tan llevado y traído “Queridos Reyes Magos” porque, a decir verdad, no puedo querer algo que no conozco (y jamasmente los vi) lo de Reyes, bueno, para qué les cuento de mis problemas con la autoridad; y eso de Magos, ni qué decir que para “magos” uno que conozco y que ni así pudo hacer que alguna cambiara de parecer.
Así y todo, les escribo porque “pa qué es más que la verdá” diría mi abuela, sólo ustedes podrían hacer algo semejante (y vaya que entonces sí recuperarían su credibilidad, al menos conmigo) Miren ustedes, en mi descargo puedo decir que he sido honesto (al menos conmigo), que no he hecho fraudes electorales (como algún chaparrito, pelón de lentes que conozco) y tampoco le entro al Prozac, que no tengo hijos transas, que no le hago a la pederastia y, menos que menos, me junto con gentuza que le hace al “wannabe”
Así las cosas, creo que tengo derecho a hacer mi pliego petitorio que, sin ser de “botellitas de cognac” ni “presidencias espurias” ni “contratos millonarios” sí está medio cabrón. Miren ustedes:
Quiero que me traigan, si es posible, si les da su rechingada gana, si les sobra y no les falta, una mujer (¿otra? podrían ustedes preguntar), me refiero a una mujer que sea de a “devis” mujer. .Soltera, sin hijos ni divorcios ni pasados tortuosos que la hagan llorar si escucha una canción; una mujer de más de unocincuenta y menos de unochenta; una mujer que no sepa todo ni que pretenda hacerse la que sabe todo, pero que sepa de lo que habla, que lo fundamente en vida, libros y lo cuente como anécdota. Una mujer que escuche, que hable, que no sólo se vea “bonita” y que no piense que “calladita se ve más bonita”, que no piense que la Felicidad está en otra persona, que sea feliz porque le guste lo que hace, que se apasione por lo que hace; una mujer que quiera aprender, pero que también me quiera enseñar. Una mujer que sea tierna sin ser cursi, fuerte sin ser dura, firme sin ser prepotente. Una mujer que no sea interesada (¡aaah! ¿verdad que no es tan fácil?) y que disfrute de un café, de un simple atardecer, de un regalo inocuo y una mirada a mediodía; una que sea femenina sin ser feminista, que sea sensual y sexy y, si se puede, que le guste leer y hablar de política. Pero –y esto es lo más complicado- una mujer que sea sincera, honesta, directa, sin ambigüedades, sin medias verdades, sin matices. Simple, de mirada profunda y carcajada como cascada.
Yo sé, yo sé… está más que cabrón, poco probable, casi imposible. Pero ¿qué no se supone que ustedes son los meros meros magazos de magazos? Así y todo, tengo mis reservas para con sus prodigios y no me preocupo ni me ocupo de buscarla y –mucho menos- esperarla. Así que tal vez –y sólo tal vez- este sea un texto que sirva como catarsis y le levante una sonrisa a mi adorada niña Janet, para que sepa que mi carta ya fue escrita, que la petición está hecha y que, si no llegara, tampoco es algo para tirarse de un primer piso del Vips.
Vale pues. Salud y un zapatito para la carta junto al árbol que -sería buena idea- ir poniendo… por si las moscas.
Ulises, recordando aquello de “bienaventurado el que nada espera, porque nunca será defraudado.”