miércoles, diciembre 05, 2007

Carta a los Reyes Magos.

Para Janet, porque te la debía… perdón por la tardanza

Apreciables Señores:

Es muy probable que les extrañen estas letras escritas casi a la carrera, sin mucho orden ni coherencia, pero –sobre todo esto- es posible que les sorprenda que a estas alturas del partido les dirija siquiera un texto breve, brevísimo; máxime si es por todos conocido que las monarquías fenecieron casi todas y las que sobreviven son patéticamente representadas por ancianos estúpidos que todavía piensan que con un “¿por qué no te callas?” silenciarán la voz de un pueblo.
Bueno, bueno… pero me estoy saliendo del tema. Les decía: no puse el tan llevado y traído “Queridos Reyes Magos” porque, a decir verdad, no puedo querer algo que no conozco (y jamasmente los vi) lo de Reyes, bueno, para qué les cuento de mis problemas con la autoridad; y eso de Magos, ni qué decir que para “magos” uno que conozco y que ni así pudo hacer que alguna cambiara de parecer.
Así y todo, les escribo porque “pa qué es más que la verdá” diría mi abuela, sólo ustedes podrían hacer algo semejante (y vaya que entonces sí recuperarían su credibilidad, al menos conmigo) Miren ustedes, en mi descargo puedo decir que he sido honesto (al menos conmigo), que no he hecho fraudes electorales (como algún chaparrito, pelón de lentes que conozco) y tampoco le entro al Prozac, que no tengo hijos transas, que no le hago a la pederastia y, menos que menos, me junto con gentuza que le hace al “wannabe”
Así las cosas, creo que tengo derecho a hacer mi pliego petitorio que, sin ser de “botellitas de cognac” ni “presidencias espurias” ni “contratos millonarios” sí está medio cabrón. Miren ustedes:
Quiero que me traigan, si es posible, si les da su rechingada gana, si les sobra y no les falta, una mujer (¿otra? podrían ustedes preguntar), me refiero a una mujer que sea de a “devis” mujer. .Soltera, sin hijos ni divorcios ni pasados tortuosos que la hagan llorar si escucha una canción; una mujer de más de unocincuenta y menos de unochenta; una mujer que no sepa todo ni que pretenda hacerse la que sabe todo, pero que sepa de lo que habla, que lo fundamente en vida, libros y lo cuente como anécdota. Una mujer que escuche, que hable, que no sólo se vea “bonita” y que no piense que “calladita se ve más bonita”, que no piense que la Felicidad está en otra persona, que sea feliz porque le guste lo que hace, que se apasione por lo que hace; una mujer que quiera aprender, pero que también me quiera enseñar. Una mujer que sea tierna sin ser cursi, fuerte sin ser dura, firme sin ser prepotente. Una mujer que no sea interesada (¡aaah! ¿verdad que no es tan fácil?) y que disfrute de un café, de un simple atardecer, de un regalo inocuo y una mirada a mediodía; una que sea femenina sin ser feminista, que sea sensual y sexy y, si se puede, que le guste leer y hablar de política. Pero –y esto es lo más complicado- una mujer que sea sincera, honesta, directa, sin ambigüedades, sin medias verdades, sin matices. Simple, de mirada profunda y carcajada como cascada.
Yo sé, yo sé… está más que cabrón, poco probable, casi imposible. Pero ¿qué no se supone que ustedes son los meros meros magazos de magazos? Así y todo, tengo mis reservas para con sus prodigios y no me preocupo ni me ocupo de buscarla y –mucho menos- esperarla. Así que tal vez –y sólo tal vez- este sea un texto que sirva como catarsis y le levante una sonrisa a mi adorada niña Janet, para que sepa que mi carta ya fue escrita, que la petición está hecha y que, si no llegara, tampoco es algo para tirarse de un primer piso del Vips.
Vale pues. Salud y un zapatito para la carta junto al árbol que -sería buena idea- ir poniendo… por si las moscas.
Ulises, recordando aquello de “bienaventurado el que nada espera, porque nunca será defraudado.”

miércoles, octubre 31, 2007

Insomnio

“y aunque sé que no era la más guapa del mundo
Juro que era más guapa que cualquiera…”
(Joaquín Sabina, “Más Guapa que Cualquiera”)

Para la "miss de Kinder " más bonita que se haya visto

Siempre supo que ella sería una buena idea. Desde aquel semáforo en rojo que fue el trabajo, donde la encontró, tuvo la certeza de que la búsqueda había terminado. Al fin algo parecido a una sonrisa se dibujaba en las tardes de café y ensayo político –que tenía más de político que de ensayo. Por fin el motivo exacto para suspirar sin tener que acudir al pretexto fisiológico del “no es suspiro, es tomar aire”, cobraba sentido. La mirada encendida, los poros gritando “es el tiempo”, abrieron compuertas, descompusieron olvidos, exiliaron amarguras; todo se conjugó para que aquella mañana tuviera el valor para ir y plantársele de frente a decir: “hola qué tal…”

Y así, con un encuentro “casual”, cruzaron miradas en la cafetería de la escuela. Ambos sonrieron: ella y la sonrisa trident, él y su mascarada de dientes chuecos. Tomó valor de quién sabe dónde y le recitó aquello de: “soy perfectamente capaz de soportar…”, ella sonrió. “También he visto la película” le dijo. El diálogo fue largo –mucho más que este escrito- y después, ya se sabe, los detalles que a él ya no le gustaban, las pequeñas e insignificantes cosas que ya él no hacía: una barra “bran-frut” por la mañana para ella; la visita de ella al cubículo de él; las miradas maliciosas y traviesas de los de intendencia porque “cada vez llega más temprano profe” y “ay miss, ese profe es muy enojón” y las sonrisas cómplices de los amaneceres en que se iban conociendo.

Luego, para seguir el libreto de las relaciones al pie de la letra, la invitación como al descuido: “¿vamos al cine?”, a continuación la cena, si no es mucho pedir. Y la semana siguiente, y la otra y la otra, y otra más. Teatro y “los monólogos de la vagina”, fines de semana en el café y el antro (“con lo que me gustan los antros”, decía él); y también el gimnasio –donde ella era instructora de spinning; el hábito de fumar arrojado al bote de la basura; la mirada de ella, su cabello negro –“largo como madrugada, oscuro como mi pre-vida”- le escribió él.

La Primera Noche. Descubrir el cuerpo sin premisas y con pesquisas, con versos y besos, a la vista del tacto, al tacto de la vista. La semioscuridad y ellos dos, nadie más. Los pasados sin futuro; el presente en un torrente de buenos presagios. La sonrisa de ambos y los besos en voz baja antes de dormir.

Finalmente el despertador, que anuncia las cinco y media, hora del baño. Ella no está, nunca ha estado, tal vez nunca estará. Todo fue un sueño. Pero "qué hubiera pasado, qué hubiera pasado…" se queda pensando él. Luego, a la ducha. Y sonríe y rompe a carcajadas porque esta noche tuvo un sueño, uno de esos sueños de los que uno no quisiera despertar…

Vale pues. Salud y que “la vida sea sueño”, como dijo aquel.

Ulises, sonriendo al cuarto para las diez, con los ojos tapizados de “el sueño.”

viernes, octubre 19, 2007

Aquí me quedo.

"... contigo el mundo no tiene final..."
("Algo Más", La Quinta Estación)

Para Alberto, Cynthia... para todos los matrimonios felices.
"Aquí me quedo." Así lo dije y te lo sostengo. Ahora que hay tantas apuestas contra esto que es tan nuestro. Ahora que ni una esperanza, que muchos teatros y muchos perdones y algunas venganzas, puedo decirte: "aquí me quedo" Y esa frase le puede reventar a más de dos, a muchos pájaros de mal agüero, pero ¿qué saben ellos?
¿Saben de tu paciencia inveterada? ¿o de tus caricias con lagunas de miradas?, ¿de tus labios sobre la vida, del acecho de la razón a través de mis contradicciones? ¿Qué saben? Hoy. Aquí. Sólo quiero decirte que aquí me quedo. Cuántas veces te busqué en otros nombres, en todo el mosaico de colores de los ojos. En quién sabe cuántas veces. Y todo para saber que ahí estabas, tan linda como una mañana, como una moneda de oro, una canción recién cantada, ahí estabas, aquí estás.
Y yo, que buscaba a alguien radicalmente diferente a vos, yo que juraba nunca cometer el sano delito del "por siempre, amor"; ya me ves: aquí y necesito decirte esto. "Aquí me quedo" porque son tan simples tus cualidades, porque tienes la comprensión, porque posees la humildad, porque ríes con mis malos chistes, porque me adjudicas crímenes perfectos de estadía y locura. Porque, como ya te digo, sólo sos vos la fuente de ternura.
Ahora sonrío por el antes... Ay Dios! "el antes" ya ha sido y me sirve para saberte tan mía, tan linda, tan propia, tan universal, que no sé a quién agradecerle: al Destino, a tus amores previos, a Dios. Tantas veces nos desencontramos del amor, quién creyera que íbamos a creer, quién iba a suponer que no nos íbamos a hacer malas pasadas, dime, mi niña-esposa, ¿quién iba a creer que íbamos a ganar todo en una jugada?
Así que "aquí me quedo" Ahora... a construir el día a día, con mis desórdenes, con tus manías; con tus enojos y mis alegrías. Ahora, mi niña-esposa, a luchar al dos por dos, por esta maravillosa cosa que llaman simplemente AMOR.
Vale pues. Salud y "que todas las noches sean noches de boda, que todas las lunas sean lunas de miel"
Ulises, tomando agua mineral, porque el alcohol de las bodas hace daño.

viernes, octubre 12, 2007

Una carta para usted.

"...Los he querido mucho,
sólo que no he sabido expresar mi cariño,
soy extremadamente rígido en mis acciones
y creo que a veces no me entendieron..."

Carta del Dr. Ernesto Guevara a sus padres.

Para Susana, Miguel y Cristian.

Dicen que estás muerto. Cuentan que te asesinaron a mansalva. Dicen que algunos lloraron y que otros definitivamente sonrieron satisfechos; pero que los más, estaban paralizados por el estupor. Dicen que te capturó la CIA y sus mandriles puñeteros del cono sur. Me dijeron que te convertiste en mito, que tu leyenda ha surcado el mundo entero, que la foto de Alberto, sí, Korda, a quien no le dieron ni un peso por la tal foto, le dio la vuelta al mundo y que tu imagen es la más reproducida en la historia de la humanidad, mucho más que la de un tal Jesús (amigo tuyo, también comunista).

Dicen tantas cosas... cuentan que los jóvenes del sesentayocho eran discípulos tuyos, que se inmolaron "a lo pendejoy ya ves, ¿para qué?" así dicen. Cuentan que te peleaste con Fidel y con Raúl, que te quedaste solo por decir siempre lo que pensabas, eso cuentan. Que Fidel te abandonó, que les dijiste a los rusos que su comunismo era pavada, que en la ONU tomaste el micrófono y les dijiste dos frescas a los gringos... eso dicen.

Cuentan que los jóvenes que naciste te siguen de maneras patéticas: alcoholizándose (¿autocrítica?), fumando mota, bailando como imbéciles "ska", siendo anarquistas, pintando graffittis y destruyendo todo, sin perspectiva... eso cuentan. También dicen que muchos escribieron biografías y adquirieron renombre con ellas, que Paco Ignacio, que O'Donell, que Kalfon y hasta el pendejo del "güero" Castañeda hicieron lo suyo. Dicen que el pobre diablo del Vargas Llosa hizo gala de su imbecilidad (¿qué se podía esperar de él?)y dijo que sólo habías sido un aventurero, eso dicen.

Dicen tantas cosas, cuentan tanto, bueno! te platico que hasta la gusanera de Miami, sí, esos renegados malagradecidos hicieron un "documental" (¡ja!) donde te ponían como mercenario y hasta terrorista. Cuentan tanto... y yo sigo preguntándome: ¿realmente estás muerto? Porque si lo estuvieras, porque si realmente tu convicción se hubiera sepultado contigo, ¿a qué tanto denuesto? ¿por qué tanto y tan acre esfuerzo por hablar de ti? ¿No será que muchos quisieran tener tu perseverancia y tu honestidad? ¿No será que muchos hombres -o que pretenden serlo- te admiran en silencio porque se venden, se emputecen por unos cuantos pesos? ¿No será que las mujeres quisieran un hombre la décima parte de íntegro que vos?

¿Y no será, finalmente, que a cuarenta años que te fuiste, resulta que tenías razón? ¿y que el hombre necesita una refundación? ¿no será que te extienden vituperios y maldiciones posfechadas porque sienten esa impotencia disfrazada de clasemediero, obrero wannabe burgués que les corroe las entrañas? Quién sabe.. yo nomás te cuento lo que me dicen, lo que alcanzo a pepenar en las pláticas de café.

Por si las dudas, Comandante, donde estés, te agradezco el ejemplo, te comento que me cuesta, pero que procuro la honestidad (aunque eso, vos sabés, sea a cambio de la "paz y la estabilidad" a la manera burguesa de verlo), que procuro la disciplina, que no me miento y no miento (más que en defensa propia). Por si las dudas, Comandante, aunque bien sé que lo sabes, te cuento lo que cuentan... lo que dicen, lo que hablan...

Hasta la Victoria Siempre

Ulises.


miércoles, septiembre 26, 2007

Fecha de Caducidad.

"¡Hay comida!, mi plato favorito, gritó para joder..."


Él los acompañaba en sus compras. Casi siempre la adquisición era la misma: una güerita unosesentaycinco, mirada clara, poses de diva, boca almibarada, perfume caro. Él sonreía. Pensaba "cuánto les durará el gusto" y apostaba consigo: una semana, dos, tal vez un mes... no más. Y así era. Podía verse en el producto la fecha de caducidad o el tan sabido: "Mejor consúmase antes de..." y volvía a sonreír.

Ellos le increpaban: "¿por qué nunca compras nada?", "¿por qué no te gusta la mercancía envasada?" Él miraba por la ventanilla del auto, abarcaba la noche y respondía: "no me atraen las mujeres con fecha de caducidad" Así pasaron bastantes lunas.

Hasta el día que ganó la lotería sin comprar boleto. Harto de sentarse a esperar "el amor de la vida" decidió entrar a la primera "tienda" que tuvo a tiro. Y compró uno de esos productos comunes: uno sesenta, mirada clara, voz de niña, nariz perfilada, cuerpo soberbia... en fin! todas las características de una mujer tan fuera de serie que parecía común.

Y la llevó a casa cada cuatro por siete, venticuatro por cuatro, foto por foto, rencilla por rencilla. Y le hizo el desayuno, preparó la cama, se vistió de gala, limpió telarañas de pasado, todo un espectáculo para entregar su mejor regalo...

Para qué alargar la historia con jirones de azúcar: que si la cena y las velas, que si las muchas horas de conversa, o las mañanas en que ella le hacía el nudo de corbata, las noches de sonrisas y ojos como faros. ¿¡Para qué!? De cualquier forma, las historias siempre -o casi siempre- terminan igual... así que, al despertar de cualquier mañana de veintialgo de septiembre, al acariciar la espalda, descubrió el tatuaje siniestro: "Fecha de Caducidad..." encendió un cigarrillo y, mientras ella despertaba, con la cruda y el amor, él la guardó lentamente en su envase, junto con todo lo demás que había qué tirar. El camión de la basura estaba por pasar.

Vale pues. Salud y que sus "productos" no expiren antes que el amor.

El U, amaneciendo después de otra No-Ella, tan plástica como artificial. (¿ardilla yo?)

martes, mayo 15, 2007

Al maestro, con cariño...

Para mi padre, con cariño.

"Maistrito de Pueblo"

Que ya te dije que no

Y tus caprichos no acepto,
Aunque me dejes de hablar,
Aunque te sientas molesto,
Aunque me cuelgues la cara,
Y aunque me hagas sentimientos,
No he de darte permiso...
Antes te saco cuero.

Tanto dinero he gastado,
Tanto celo, tanto empeño...
La primaria, la secundaria,
Prepa y curso propedéutico,
tanta hablada de tu parte
Con todos tus compañeros
Diciendo...que tu serias
Un profesionista bueno,
Que ibas pa’ licenciado,
O que si no serias... médico,
Contador, militar, cura,
Político o ingeniero.

Y hoy que estas como chiflado,
O loco te estas volviendo,
Me sales de babosote
Con la idea de ser maestro...
Tanto dinero gastado,
Tanto afán y tanto empeño,
Tantas felicitaciones
De amigos y compañeros...
Para que hoy... con gran cinismo
Tu me digas... ya no quiero
Llegar a ser burgués cursi
Sino preciado maestro.

¿Qué no te va a dar vergüenzade rebajarte tan feo?
¿Qué no vas a sonrojartede bajar a tal empleo?
¿maistrito?
¡Qué gran cosa!
¡Qué dignidad!
¡Qué talento!
¡Qué provenir!
¡Qué importancia!¡
Qué prestigio!
¡Qué abolengo!

Maistrito de escuela... un torpe que nada sabe de cierto,
Haragán, irresponsable,
Vago, pobre... un majadero.
Maistrito...solo un Don nadie,
Un vulgar vago del pueblo,
Que va a organizar plantones,
Marchas, huelgas y jaleos.
Un flojo que solo quiere
Ganar dinero y dinero
Sin importarle los niños,
Ni sentir el magisterio,
Que no venera la patria,hombre ruin politiquero,
pues para el solo es valioso
pasarla de mitotero.

Explíqueme... licenciado,
Dígame usted... ingeniero,
¿Qué va a enseñarle a los niños?
¿Cómo va a orientar al pueblo?
¿Cómo va a exponer su clase
a los niños de primero?
Si usted no sabe contar,
Ni jugar, ni estar contento,
Ni sabe del trato amable,
Y mucho menos contar un cuento,
Y solo sabe vestirse
Mas o menos...de cirquero.

Muy sabihondo el hombrecito,
¡qué ni quebrados ni enteros,decimales
ni nada sabe el Señor embustero!
Así que... ya dije que no!!
Y no me siga moliendo...
Qué normal ni que normal...
No quiero que seas maestro!!
Antes te llevo al ejido
Pa’ que seas jornalero,
Pa’ que el sol te de en el lomo,
Y te pongas fuerte y prieto.


Así me dijo mi padre,
Y yo que mucho lo quiero,
Bajé la frente y salí
Diciéndole... estoy de acuerdo,
Yo seré lo que usted diga,
En verdad... se lo prometo,
pero ya no esté enojado,
pues le hace daño... y me apeno.

Salí a la calle, vagué
Por las calles y los huertos,
Por el jardín, la placita,
Por la iglesia y el colegio...
Miré a los peones cansados,
Sudorosos, sin aliento,
Poniendo sobre un papel
Solo la huella del dedo,
Vi a las mujeres descalzas
Cargando leña del cerro,
Vi a los niños, muchos niños
Jugar en los basureros.


Recogí desesperado
A esa gente de mi pueblo,
A esas gentes sin fortuna
Sin redención, sin consuelo,
Los metí en mi corazón,
En mi entraña, en mi cerebro,
Les di patria en mi conciencia
Y me confundí con ellos.

Allí frente aquellos niños
Frente a esos enfermos,
Pensé que eran angelitos despreciados por el cielo.
Miré que no tenían alas,
Los mire casi sin cuerpo,
Ángeles sin un hogar,
Sin Dios y sin consuelo.
Y pensé...
si me aferrara a ser licenciado o médico
contador, conferencista,
sacerdote o ingeniero,
¿Cómo podría despertarla conciencia de mi pueblo?
¿Qué les favoreceríaque yo lograra alto empleo
si ni justicia, ni amor,ni palabras de consuelo
podría darles y ofrecerlespara calmar su tormento?
Entonces volví a mi hogar,
Todo lo tenia resuelto,
Llamé a mi padre y le dije:

Yo a usted mucho lo respeto...
Comprendo sus sacrificios,
Se de sus ansias y sus sueños,
Pero hoy... quiero que me escuche
Por favor, solo un... solo un momento:
Si quiere que sea feliz
Y desea que sirva al pueblo,
Si quiere que colabore
Para mejorar a México,
Si usted quiere que mi vida
la dedique a lo que quiero,
luchando por la igualdad,
por la ciencia y el progreso...

deje que yo tenga
la profesión con que sueño
deje que yo sea feliz
con mis niños sin colegio.
Deje que mi vocación
Se torne clase y recreo,
Que sea lección de cariño,
Que sea canto que sea verso,
Que pueda yo se lucero
Con la luz del alfabeto,
Que pueda ser manantial,
Que sacie la sed del pueblo.

Déjeme sufrir... luchar,
Déjeme vivir con ellos,
Para lograr educarlos,
Para construir un colegio,
Déjeme... que luche...
Deme permiso, le ruego,
Para sembrar esperanzas,
Para apuntalar anhelos,
Deje que forme una escuela,
Escuela a los cuatro vientos,
Escuela de libertades
Donde haya luz y contento.
Deme permiso papá...
Que sea un maistrito de pueblo.

Que marque programas justos,
Que trace caminos nuevos,
Deje que siembre la mies
Deje que se propicie el vuelo
De esa águila que parece
No tener alas ni aliento.

Deje que escuche mi vozEl militar, el gobierno,
El sacerdote, el artista,
El paria y el jornalero.
Si ya mi hermano es doctor,y el mayor ya es arquitecto
¿por qué no me permite ustedque yo me torne maestro;
si ellos en su ingratitud,
ya han formado un mundo nuevo,
de explotación, de egoísmo,de lujos y de dinero?

Si de usted se han olvidado,
Si ya no vienen al pueblo,
Y en su situación burguesa
Gratitud y amor han muerto
Si ellos saben que aquí, en casa
Hay pobreza y hay apremios,
¿Por qué ni por caridad,
Lo atienden cuando esta enfermo...?

Mi padre quedó pensando,
Silencio guardo un momento,
Luego... me abrazó y me dijo:
Si, muchacho... te comprendo
Vete a luchar, hijo mío.
Yo esperaré tu regreso,
Sabiendo que traerás cosas
Logradas con Fe y Empeño.
Cuando vuelvas, hijo mío
Vamos a estar muy contentos,
Y se llenara la casa,
Con tu amor y tus pequeños,

Si aquí no me encuentras ya,
Sé que tendrás el consuelo
De regresar a tu pueblo,
Yo se que vendrás a verme,
Y querrás con toda tu alma,
Enseñarme el alfabeto.

Mas si aquí no me encontraras,
Ve a buscarme al camposanto,
Y allí solitos los dos
Envueltos en el silencio,
Me dirás de tus afanes,
De tus luchas y proyectos,
De tus sencillas tareas
De tu honor y de tus éxitos.

No me traigas flores, hijo,
Yo se que no las merezco,
Ni cruz, ni ceras, ni nada,
Solo quiero tu recuerdo.

Anda, hijo mío... vete, vete ya,
México espera tu esfuerzo,
Te espera el hombre ignorante
Y los niños macilentos,
Yo aquí me quedo esperando
Con orgullo verdadero,
Porque se que cumplirás
Ser prestigiado maestro.

Anda hijo mío... vete ya,
Que si de momento muero,
Con orgullo gritaré:

MI HIJO....¡ES MAISTRITO DE PUEBLO!

Abraham Rivera Sánchez
Supervisor Jubilado del Estado de Morelos.

lunes, abril 02, 2007

Vivo

“está vivo… ¡vivo!”
Victor Frankenstein
Para vos, cuando lo leas, que tu viaje sea corto, que tu regreso sea largo.

La historia pudo ser la misma de siempre: Despertador cinco en punto, entreabrir un ojo, fruncir el ceño, bostezar y estirarse cuan largo es sobre la cama. Enumerar mentalmente los diecisiete pendientes, salir de la recámara casi arrastrado por la música a todo volumen del estéreo en la sala –ahora vivo solo- y caminar con los ojos cerrados, casi a tientas, porque el camino hacia el baño lo sabe de memoria.

La historia pudo no ser original o auténtica: Pararse frente al espejo con los ojos cerrados, para observar cómo es cuando duerme. Reírse por enésima vez de ese chiste estúpido y por fin, exiliar a la modorra. Abrir el grifo del agua. Sin mediar palabra, sin mediar negociación, empujarse a la regadera que, con toda la objetividad de las casi cinco y media que le escupe la primera andanada de agua helada, ésa que le hace abrir los ojos a todo lo que da y repetirse hasta el cansancio que “lo más difícil son los primeros cinco segundos, pensar que todo irá de mal a mejor.” Convencerse que también son difíciles los primeros cinco minutos, y los últimos cinco. Elegir el atuendo del día, decir con fingida sorpresa y sarcasmo: “¡pero qué casualidad! es el mismo de ayer” Desayunar y todo lo demás.

La historia pudo inscribirse a la monotonía, suscribirse a lo cotidiano, ¡bueno! circunscribirse a lo monocromático. Bostezar a las siete cuarenta y dos, decir el “buenos días, jóvenes” tan traído y tan llevado (al que alguna de sus mujeres le añadió aquello de “…bienvenidos al tren de la muerte…”) Transcurrir por el día con lo establecido por el libreto, hora tras hora, clase tras clase. A las nueve cincuenta o’clock, respirar profundo y tras un sorbo largo al agua, la “Bran-Frut” fresa le haría menos dulce que lo dulce la vida.

La historia, de verdad que pudo ser así, o quién sabe cómo. Hacer un amarre en la impaciencia, poner a trabajar el miércoles y la tolerancia y llegar las trece treinta y cinco, la guardia afuera del cole, con el sol divirtiéndose y partiendo por la mitad un cielo sin nubes, con la certeza del todavía faltan ocho horas. Resignarse o aceptar-quién sabe-, para estirar las piernas y esperar la hora donde las madres de familia llegarían. Establecerse, anidarse, refugiarse en su máquina-amor y decir por qué sí y por qué no.

La historia debió ser así: sin chiste, sin mayor caso que eso. Pero ahí viene El Destino y sus iniquidades que le salen tan bien. Salir al baño, mandato de Natura, porque es así, porque a quién se le ocurre, porque ¡carajo, qué mala idea! y entonces alguien así, a mansalva lo detiene: “tú eres tal?” y él, que hace mucho no le nace la sonrisa dice: “sí, por?” y Ella que dice: “porque me han contado de ti” y entonces él, con todo su pasado, con todos sus complejos solitarios, con todas sus canciones cantadas a tonouno le mira. Y es una mirada clara, y son los trescientos sesenta grados del perfume y el uno setenta y el cabello tan claro y la nariz tan perfilada, y la mirada tan joven –qué diferencia- y sus modos todos tan lindos y sus poses de gimnasio sin correr…

Pudo ser de otra forma, pudo -quién sabe- no ocurrir así. Pero decir cualquier cosa suena tonto. Más para su imagen de inalcanzable. Y entonces él pregunta: “sos nueva” y ella responde: “tú no eres argentino” y luego se olvida –él- de ir al baño y de su vejiga a punto de estallar- y le dice “que necesita acompañarla” y ella, que ya se transforma en Ella, camina dos pasos arriba del piso. Y él, tan incrédulo: “y te llamas…?” y Ella: ¿Qué adelantas sabiendo mi nombre…? Mientras sonríe y su sonrisa –la de Ella-borra todo su pasado –el de él. “Y conoces a San Joaquín” –le reta él. Y se arma un diálogo asíncrono, pausado, tierno, a escalas. Y para rematar Ella le susurra quedito, “mis novios dicen que tengo la frente muy alta, la lengua muy larga y la falda muy corta…” y él sonríe y repone: “toma mi teléfono, cuando te canses de amores baratos de un rato, me llamas…”

Claro que pudo no existir, claro que pudo no pasar. Pero si ella –o Ella?- estuviera a su lado, si Ella con sus años menos le reconstruyera la vida, si Ella durmiera junto a él y se levantara con la mirada clara y el perfume intacto, él simplemente se sentiría vivo. Después de mucho resucitarse, estaría vivo. Vivo y feliz.

Vale pues. Salud y una mirada clara para los amaneceres largos.

viernes, marzo 16, 2007

Motivos Particulares

Para los marinos sin más rumbo que un veintiocho de octubre. Perdón por la tardanza.
La madrugada les sorprendió haciendo planes y misterios para el tan mentado día. Las cuatro cajetillas de cigarros se habían evaporado sin precipitaciones pero sin el menor resabio de dolor. En realidad quedaban pocas cosas por decir. Sin embargo permanecían en el café velando armas, mejor dicho, velando letras, y es que el dormir a las cuatro y media de la mañana para levantarse a las seis equivalía a perder el autobús y alterar el plan irremisiblemente.

La adrenalina, la ansiedad y los diferentes sueños acariciados con antelación les hacían beber largos sorbos de las tres tazas. Cada uno tenía sus motivos –secretos por no decir particulares- que les hacían anhelar ese día más que ningún otro del año. Más aún que la navidad o el cumpleaños, más que el resultado del examen, mucho más que el día de alta del hospital tras haber estado encerrado dos meses en él, así esperaban ese día.

Tres meses atrás habían comprado los pasaportes a –lo que ellos llamaban- La Felicidad. Imaginaron, planearon, hicieron proyectos, logística, tomaron en cuenta hasta los menores detalles e imponderables. Todo para ese día.

El mesero les trajo la cuenta, y sin mucha prisa saldaron la deuda. Salieron al buenos días pensando cada cuál en sus motivos particulares, secretos, silenciosos para estar el veintiocho del diez en La Catedral de los Sueños.

Uno de ellos aspiró la penúltima fumada mientras se arreglaba los lentes y tejía una sonrisa que fue casi sincera. Se pensaba despertando a un domingo pleno de sol, abrazando su no futuro con su no esposa a la que no había presentado a nadie que no fueran los dos mudos testigos de su atentado contra la moralidad, el deber y las buenas costumbres. ¿Qué diría su compromiso “oficial” si supiera que aquella noche iba a estar acompañado de alguna que teñía el otoño entre el cabello? ¿Qué dirían su padre, madre y hermana si tuvieran noción que ese cuerpo de guitarra le convertía las noches de fuga y los días de insalvable complot en un resquicio para vivir? Y es que él, el primero, fastidiado de la cotidianidad, (¿a su edad?), había encontrado a su no futuro en uno de esos almacenes de ropa y -después de las presentaciones de rigor- terminaron enmudecidos y cómplices de la noche, con los ojos satisfechos, brillando de tanto no amor en una no casa con un noséquépasará mañana, con un nopuedoenamorarme de vos. Así que, después de entrecerrar los ojos y bostezar larga y suavemente, volvió a sonreír para sí mismo.

El segundo suspiró y su suspiro fue inmediatamente atajado por el pensamiento de la piel suave, tersa, que casi nunca había acariciado con dolo, de la que extraña vez había hecho usufructo. Pensó en el “después de” que siempre es aterrador. Imaginó el silencio y el cansancio, las miradas y sus respectivos mensajes velados. Amenazó al cielo con un “por favor” en silencio y puso como pretexto que la madrugada estaba linda, que las estrellas brillaban más que nunca y se asumió cursi. Siguió recordando los ojos verdes, la mirada que Ella –su Ella- nunca desviaba de él; evocó las veces que hizo en la imaginación un retrato de “Ella” –su Ella- y cómo, de qué manera tan casual, por fin, ahora sí, la tendría todo el fin de semana para inventarle el amor. Se le ocurrían detalles a granel: los pétalos de rosa por toda la habitación, la música suave y la media luz, el tequiero y la mirada que serían el prólogo para ésa, la primera vez que él tuviera el valor y el coraje de ser él (porque aunque en su mente sonara redundante, lo cierto es que tenía que aceptar que él no sabía ser él antes de Ella –su Ella) Carraspeó un poco, enfundó las manos en los bolsillos, buceó por ellos; el tintineo de las llaves le recordó que no habían reservado hotel. “¿Y ya sabes dónde nos vamos a quedar?” le preguntó al tercero, que venía con la mirada fija en el piso, sumido en sus propios motivos –particulares, casi secretos.

“En realidad hay tantos hoteles que sería mejor pensar en dónde no nos vamos a quedar” respondió aquel, para después agregar: “con tal de que al peje no se le ocurra hacer plantón en cada hotel, la cosa está solucionada.” La respuesta, más automatizada que pensada, lo sacó de sus cavilaciones, que si bien no eran profundas (jamás lo habían sido) sí eran una manera de vivir realidades alternativas.

Él, el último, pensaba en su regreso a la capital del placentero dolor. Recordó cuántos lunes a las seis de la mañana, más con sueño y con fastidio, que con alegría y optimismo, se había sentado en esas escalinatas a esperar el transporte que le llevaba a su trabajo. Esta vez era diferente. Mentalmente se repitió: “nunca digas nunca” en franca alusión a su explícita declaración de no regresar a esa ciudad ni muerto. Sopesó las ventajas de estar ahí y no encontró una sola. Se puso la trampa de ver el sueño –por fin- realizado, pero luego la descartó por ser una franca mentira. En realidad, en la balanza de los pros y los contras, nada pesaba tanto como para volver a su pasado. Volver a caminar por esas calles llenas de esmog y ruido, abrazar la desesperanza en la “Ciudad de la Esperanza” o sentirse tan vecindad en la “Ciudad de los Palacios” era motivo para rumiar desacuerdos. “La Ciudad de los Palacios” repitió mentalmente y algo parecido a una risa nació en él, “qué ironía, ¿no?” se dijo con ese sarcasmo que ya le era consustancial. “Nadie olvida, nunca… sólo se soslaya” dijo en voz baja, casi inaudible y supo que, inevitablemente, había llegado la hora de desempolvar el cajón de los recuerdos. La avalancha de los momentos idos le estaba aguardando en el instante siguiente que pusiera un pie en “la ciudad más transparente del mundo.” Ahí estarían sus fantasmas: la beca IMCINE, la argentina, la voz de niña, la signo Tauro y otras dos. Así, sin más paciencia pateó una piedra y se frotó los ojos para salir de una vez por todas de sus recuerdos.

“Vale, dejen de pensar bobadas, hay que hacer maletas”, les dijo a los otros dos, que aceptaron con un sí que sabía a proyectos, a planes, a motivos secretos o –habría que decir-particulares…

Vale pues. Salud y recordad que “no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió”

El U, inventando historias medianoche a las puertas del cielo.

Puebla. Jueves 2 de noviembre, 2006