lunes, junio 27, 2005

Anónimo

Como buen cobarde, me vestí de anónimo. Será porque anónimo suena casi como "sin ánimo" Te perseguí por todas las cartas que no escribía, también por los versos que con la frente apoyada en la ventanilla del colectivo, pronunciaba con certeza. Te perseguí por las sonrisas de las table-dancers, de las monjas y de los niños. Así, anónimamente, cobardemente, abyectamente. Y vos tenías un nombre y un hombre.

Me propuse andar a tu ritmo, con tus amantes -sinónimos de estulticia- haciéndote la corte. También cortejé a tus soledades, por si alguna de ellas me aceptaba de inquilino. Cerré los ojos y reprimí a las indecentes lágrimas que hicieron mítin pidiendo irrestricta libertad de expresión. A cambio, y como una negociación que a nadie satisfizo, disfracé la tristeza con sonrisas y también inventé muchas palabras que no decían lo que pensaba. Vos seguías teniendo un nombre (y varios hombres)
Desandé los caminos que nadie había hecho, perdí una fortuna de besos en espaldas que casi no conocía y destrocé no sé cuántas canciones con todas las ganas de que me escucharas. A medianoche encontré a dos perros y un gato a los cuales les conté de ti. Yo seguía sin nombre, sin identidad, siendo tu anónimo, tu sin ánimo, mientras vos seguías con un nombre y quién sabe cuántos hombres.
Pero hasta yo tengo mis límites. Todo esto pude hacerlo hasta hoy. Hasta hoy y hasta aquí me alcanzaron el coraje, la amnesia, el "en nada" si alguien preguntaba "en qué piensas." Hasta hoy y hasta aquí. Hasta el momento previo en que existiera esa fisura en el cielo que provocó la caída consecutiva y cínica de las gotas y el frío y la soledad. Sólo hasta aquí.
Ahora no puedo más ser tu anónimo, tu sin ánimo. Ahora tú ya no podés tener un nombre, y no sé cuántos hombres podás tener. No te creas que cerraré los ojos cada noche sin evocar tu andar de "modelito torpe" y menos aún pienses que dejaré de sonreír si recuerdo que "ríes con los ojos."
A cambio de dejar de ser tu anónimo, tu sin ánimo, vos serás la "sin nombre", la de las canciones dedicadas, la de las cejas delineadas, la de las piernas delicadas. Sin saber tu nombre -o quizá sin querer decirlo- estarás en mí.
Como verás ahora, como sabrás ahora mi "anónima", mi "sin ánima", somos cómplices. Vos estás sonriendo y yo, yo sólo podré decirte que todavía, como aquel primero de vida, me diste una clase... y viceversa.

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