Se citaron a oscuras.
A nadie le comunicaron que, por fin,
se habían encontrado.
Se dijeron con la mirada y el gesto de aburrimiento
que ese restaurante de quince para las dos,
por fin (por fin!)
los había asociado.
Era una profecía sin faltas de ortografía.
Era una limpia y llana dedicación para ellos.
Pero ella no creía
Y sin embargo él tampoco.
Se mirarían de vez en martes pidiendo el mismo platillo
a las trece cuarenta y cinco,
mientras el partido y la conversa
y los besos en la ensalada.
Él dejaría la mirada larga mientras ella,
con la sonrisa bien arreglada,
no haría cortesías ni cortejos.
Sólo pediría la cuenta
entre la lluvia desolada.
También se encontrarían de mañana
muy temprano
antes que amaneciera
o muy tarde
cuando ya nadie los viera
Pero no se mirarían (ése era su pacto silencioso).
Ella apretaría los ojos
si él pasaba Carmen Aristegui en los auriculares
él haría mutis si la veía concentrada
entre Brozo y vomitivos similares
Y ambos se morían por un beso
que sabía a mucho
o sabía a nada
a quizás,
a quién sabe,
a tal vez,
a para siempre
a mañana.
Él haría como que le daba importancia
mucha
a la pose de diva
y el aliento ahogado,
sufragante,
pernicioso de ella.
Ella haría como que
le daba importancia
trascendencia
a sus pensamientos
-los de él-
todos ellos
de mal talante
Pero cada que se encontraban,
él, tan sin poses,
ella, tan sin sentidos,
se sonreían, se besaban
se desnudaban
se existían
Y entonces el mundo era perfecto
Eran risas
Eran sonrisas
Era un exceso.
Se buscaban sin encontrarse
se hallaban sin pernoctarse
se quisieron
sin horas
sin tiempo
Sin "holas"
Sin "adiós"
2 comentarios:
Sin tiempo
Sin distancia
Sin horario
Sin presencia
Sin ausencia
Sin dolor
Sin amor.........
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