domingo, diciembre 26, 2010

Si un día...


Si un día, dentro de ocho meses, te pones a pensar, recuerda: Es de noche, no lo olvides. Ese aire frío y seco, además de la miserable soledad te están esperando. Tantas otras veces te esperaron que tampoco es cosa de ponerse triste. Quizá lo que te pone a pensar porqué has matado a tu vaca y decides irte a probar otras suertes es la cobardía . Pero eso pediste. Pediste con tantas ganas, que tu Dios te lo concedió.

Si un día, dentro de cinco, seis u ocho meses, te pones a pensar en el ayer, recuerda: es un quince de diciembre, es frío y lúgubre. Aún y cuando hay luces nada te ilumina. Todo es tristeza y soledad. Empiezas a caminar para matar las ganas de regresarte a lo seguro.¿Qué es seguro? -te preguntas. No tienes mujer, ni hijos, ni casa, ni nada. Siempre has querido esto: el exilio perpetuo. Es una suerte de expectativa atuogenerada y autocumplida.

Si un día, dentro de dos, o tres u ocho meses, te pones a pensar, recuerda: vas a irte tan lejos que no vas a poder arrepentirte a la semana, a los dos meses, a los cuatro. Luego, tras una hora de espera en un aeropuerto, alguien llegará a recogerte, a brindarte un sentido de propiedad y "deaquísoy". Pero ya habrás dejado atrás los recuerdos, los resabios las nostalgias. Con la maleta verde prestada, con el suspiro y la extrañanza bien guardadas, sonreirás y tendrás que dar la vuelta a la página. No podrás arrepentirte.


Si un día, dentro de dos o tres u ocho meses, te ves "más solo que la mierda" -diría tu ídolo Oliverio- que no te extrañe. Eso pediste: libertad y trabajo para saldar tus deudas. Y luego de un tiempo, de muchas balas esquivadas y de largas jornadas de cigarro, podrás decir: "y ahora qué?"


Si un día, dentro de ocho meses, extrañas y añoras, nostalgias y melancolizas, no me vengas con mariconadas de arrepentimiento, porque ahora, en esta terminal de autobús, hoy, 15 de diciembre, todavía te podés quedar....


Vale pues. Salud y recibid el futuro como una buena empresa, no como una mala noticia.


Ulises.

sábado, diciembre 25, 2010

Exilio

"Harto ya de estar harto ya me cansé
de preguntarle al mundo por qué y por qué
la Rosa de los Vientos me ha de ayudar
y desde ahora vais a verme Vagabundear..."
(Joan Manuel Serrat, Vagabundear)

Para Ella, porque si no nos hubiera ganado el tiempo... pero el hubiera y la suerte son para los pendejos.

¿Y si no nos hubiera ganado el tiempo? -pensó mientras daba una fumada al cigarro. ¿Y si ese doce de junio ella no hubiera sido la primera en hablar? -murmuró mientras veía las luces de la terminal. Quién sabe, tal vez estaríamos juntos y esas pendejadas del perro, la nena y la camioneta estarían concretadas. Sonrío amargamente.

Para su mala fortuna, rememoró cómo había sido su vida desde que su "No-Ella" había anunciado matrimonio-familia-hijo-y-todo: un día en una mesa, otra noche en otra cama, escribiendo a rabiar, analizando y sonriendo entre lascivo, magnánimo y sarcástico. Había tenido -nunca retenido- a mujeres que él quería, pero no a la que le quería. Había cantado todas las canciones que no le habían dedicado y había destrozado más de cinco quimeras. Sus teorías, nunca comprobadas, ocupaban todo una bodega entre sus letras. A veces creía que lo que se le venía a la mente merecía ser escrito, pero luego lo olvidaba. Claro, que cuando otro -más renombrado- decía lo mismo, él sonreía y no atinaba más que a descubrir un plagio de Dios.


La maleta verde, a préstamo y me la cuidas bien, le hizo volver a la realidad. Estaba a punto de matar a su vaca y todavía la cobardía le hizo un guiño: "y si no me voy?" se preguntó. Pero de inmediato eliminó la idea al pensar en sus acreedores, en las esperanzas y en sí mismo, en cómo se fallaría si decidiera no irse.


Para este exilio no habían fastuosas ceremonias ni grandes fiestas. Quizá sí, una menguada y de final feliz con una de cuyo nombre quién sabe si recordaría. Estaba en la terminal (vaya nombre para un lugar donde nada termina) y esperaba, contaba los minutos para salir a su nuevo destino.


Todavía tuvo tiempo de que lo atravesara un suspiro. Quién sabe si volvería, quién sabe que le esperaba. Sonrío. Eso era lo que le impulsaba al movimiento: el después, la aventura. Se repitió -bajito, por si acaso- las palabras de su Maestro: "... Muchos me dirán aventurero, y lo soy, solo que de un tipo diferente y de los que ponen el pellejo para demostrar sus verdades..."


Eran las quince treinta. Procedió a la despedida como quien ataca el plato fuerte de una comida. Sin dudas y sin magnanimidades sólo dijo: "vengo en un rato..." Abordó el camión. Luego, la vida en Pebla que se quedó sin U -como dijo un sabio- siguió tan normal como siempre.


Vale pues. Salud y exilio para aprender a catar la verdad de la vida.
U,