Letras. Letras. Letras arrítmicas, solapadas, abandonadas. Letras que se unen y hacen sílabas, sílabas ininteligibles, sílabas armónicas pero sin finales, sin inicios, sílabas convenencieras y advenedizas. Sílabas estúpidas y corrosivas. Sílabas acentuadas, porque cómo podría acentuarse la tragedia de "pérdida y perdida" si bien se sabe que la segunda conduce a la primera (que no viceversa). Sílabas que se buscan, se hacen, se conjugan y procrean palabras. Palabras con acento, palabras enclíticas, agudas como el filo de un adiós, grave como enamorarse y al final saber que terminó. Palabras absurdas que, si les das espacio, como a los amores, se vuelven algo más coherente, una oración.
Oraciones, que no rezos. Rezos que no besos. Oraciones con no mucho sentido. Muestras de que unas cuantas letras, unidas, pueden hacer el milagro. Oraciones para que vuelvas -o para que no vuelvas- para que me quieras -o me odies, o de plano te inspire simplemente nada. Nada. Nada. En La Nada, donde me piensas, las oraciones pierden la magia, no son otra cosa que un cúmulo de garabatos y espacios que nadie entiende, porque sólo vos, sólo yo, sabemos que no fuiste letra y no hicimos sílabas, que no sólo era la palabra, que fuimos más que una oración...
Y quién lo dijera, quién lo dijera, todo empezó por las pinches letras.
Oraciones, que no rezos. Rezos que no besos. Oraciones con no mucho sentido. Muestras de que unas cuantas letras, unidas, pueden hacer el milagro. Oraciones para que vuelvas -o para que no vuelvas- para que me quieras -o me odies, o de plano te inspire simplemente nada. Nada. Nada. En La Nada, donde me piensas, las oraciones pierden la magia, no son otra cosa que un cúmulo de garabatos y espacios que nadie entiende, porque sólo vos, sólo yo, sabemos que no fuiste letra y no hicimos sílabas, que no sólo era la palabra, que fuimos más que una oración...
Y quién lo dijera, quién lo dijera, todo empezó por las pinches letras.
1 comentario:
Imagina que te imaginaron así, exiliado bajo la lluvia contaminada de desesperanza y desilusión. Imagina que ante esto, suspiraron por esas tardes de café, cuando desde el interior de la confianza, miraban sonrientes ante la lluvia de palabras, promesas y sueños. Imagina que regresaras ... aquí me encontrarías.
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