"- Te extraño y aún no me dejas...
- Te extraño y aún no te tengo"
(leído en alguna parte)
Quiero escribir sobre ti. Así. Literal. Sin eufemismos ni acercamientos, sin aproximaciones ni de manera figurada. Tampoco creas que decir "escribiré sobre ti" es como decir "escribiré acerca de ti." No.
Escribiré sobre ti, literalmente y con vena literaria, con la sabia paciencia y con la paciencia de la savia. Con léxico simple como un beso y sin endecasílabos, pero sí con suspiros. Voy a hacerte renglones de saliva para trazar a ciencia cierta, a corazón abierto, algunos cuantos cuentos que es imperioso lloverte entre el paréntesis de tus muslos.
A ojos cerrados (única manera de escribir sobre ti) voy a fraguar enunciados de caricias, caricias anunciadas. Me tomaré el tiempo para resbalar por tus pies y hacer párrafos concretos, que por pequeños van a caber entre los dedos. En las piernas sobrias haré miles de borrones con mis manos para que mis labios-lápiz se deleiten en los márgenes de tus rodillas.
Si acaso asoma un punto y aparte, mi inexperta tinta tendrá a bien ser paciente para tomar un descanso en la espiral de tu cintura y volver a iniciar, con sangría y a espacio cerrado -en ese cerrado espacio que es tu vientre- otro cantar de letras, una y mil letras cantadas, sin lógica, con invención de nuevas palabras, sólo para decirte cuánto te espero.
En la hoja pautada de tu corazón, con esa pautas doble raya, cuadrícula milimétrica, trazaré epílogos y prólogos de finales sin inicio, de figuras y cuerpos que tendrán el cuerpo de tu cuerpo. Sólo así sabré que no soy mal escritor.
Y si acaso logro la perfección de tu espalda, hoja en blanco, en ese lúdico receso voy a hacer un graffiti con las letras de tu nombre que, navegando a la deriva, sin luz ni faro, ni destino ni puerto, me pertenecen.
Verás que todo esto es cierto cuando prodigue en tu cuello los epígrafes y los acentos -con especial acento en el mordisco sobre tu lóbulo izquierdo. Quizá necesites algo más que unos puntos suspensivos para -finalmente- asumir que vos sos sobre quien escribo. Así, de esta manera -única por cierto- mis dedos dibujantes, lápices de colores, van a hacerte el rostro de tonalidades no imaginadas.
Sólo cuando haya terminado ese libro de tantas y tantas materias: dibujo, poesía, música y qué sé yo qué más, podrás asegurar, podré sentenciar, podrás decir, podré decir -sí, entonces sí- que sos un libro abierto, y que necesitas ser escrito una y mil veces más.
Vale pues. Salud y que la tinta no se acabe después de la palabra FIN.
U.