"... hoy primero del segundo del año..."
Alejandro Filio ("Brazos de Sol")
Un día sí, y otro también. Con esa imperceptible locura dentro de la razón. Teniendo como único compromiso la eterna fuga, como única constante el cambio. Así. Se encontraban por los pasillos de la oficina y ni siquiera se hacían una mirada cómplice. Para todos eran dos extraños, excepto para las estrellas y las canciones que se dedicaban en el mensaje del celular o el correo electrónico, perfectamente camuflado con otros nombres. Ya sabe usted, los avances tecnológicos también son cómplices del amor clandestino.
A veces, a medianoche, ella en la cama matrimonial; él, desde el cuarto de azotea con más goteras que proyectos, se suspiraban. Eran pacientes en la espera, desesperados en la esperanza. Se habían encontrado y tal vez -aunque lo supieran- no se resignaban a saberse mutuamente victoriosos en esa batalla simple contra el destino.
Hasta que ambos, quizá por ética, vanagloria o soberbia, se dijeron, viéndose a los ojos: "te quiero". No se sabe, porque eso nunca se sabe, quién disparó primero las palabras. Pero a partir de ese día, ella -o Ella, sería Ella?-corría sin importar nada al encuentro de él en el primer café de la mañana. Él sonreía porque, dígame usted, qué más se puede hacer en estos casos sino sonreír sin decir ni media palabra.
Y él repetía a solas, "te quiero, te quiero, te quiero". Ella suspiraba quedito, con cuidado, con precaución y sin miedo, en el disparo de adrenalina que les alcanzaba para soportar un día más en su espera, un día menos de esperanza.
Así pasaron por los días, las semanas, los meses... Y tampoco sé -porque el destino es aleatorio en esos rubros- en qué terminó la historia. Quizá no terminó y encontraron un lugar para tener y retenerse. Tener la esperanza, retener la espera. Tal vez se dieron por vencidos y ella -o Ella, quién sabe- una mañana, la del primero del segundo del año, le dijo: "es mejor que busques una novia, una esposa, conmigo no va más"
Lo cierto es que él sigue sonriendo. Ella sigue sonriendo. Todavía, por los pasillos de la oficina se alcanza a percibir en el ambiente ese aroma a persecución de la Felicidad y, en el café de la mañana, los compañeros saborean el amor clandestino que ellos forjaron.
Así las cosas de la espera, de la esperanza, del amor...
Vale pues. Salud y que la espera termine, que la esperanza alcance.
U.