lunes, abril 02, 2007

Vivo

“está vivo… ¡vivo!”
Victor Frankenstein
Para vos, cuando lo leas, que tu viaje sea corto, que tu regreso sea largo.

La historia pudo ser la misma de siempre: Despertador cinco en punto, entreabrir un ojo, fruncir el ceño, bostezar y estirarse cuan largo es sobre la cama. Enumerar mentalmente los diecisiete pendientes, salir de la recámara casi arrastrado por la música a todo volumen del estéreo en la sala –ahora vivo solo- y caminar con los ojos cerrados, casi a tientas, porque el camino hacia el baño lo sabe de memoria.

La historia pudo no ser original o auténtica: Pararse frente al espejo con los ojos cerrados, para observar cómo es cuando duerme. Reírse por enésima vez de ese chiste estúpido y por fin, exiliar a la modorra. Abrir el grifo del agua. Sin mediar palabra, sin mediar negociación, empujarse a la regadera que, con toda la objetividad de las casi cinco y media que le escupe la primera andanada de agua helada, ésa que le hace abrir los ojos a todo lo que da y repetirse hasta el cansancio que “lo más difícil son los primeros cinco segundos, pensar que todo irá de mal a mejor.” Convencerse que también son difíciles los primeros cinco minutos, y los últimos cinco. Elegir el atuendo del día, decir con fingida sorpresa y sarcasmo: “¡pero qué casualidad! es el mismo de ayer” Desayunar y todo lo demás.

La historia pudo inscribirse a la monotonía, suscribirse a lo cotidiano, ¡bueno! circunscribirse a lo monocromático. Bostezar a las siete cuarenta y dos, decir el “buenos días, jóvenes” tan traído y tan llevado (al que alguna de sus mujeres le añadió aquello de “…bienvenidos al tren de la muerte…”) Transcurrir por el día con lo establecido por el libreto, hora tras hora, clase tras clase. A las nueve cincuenta o’clock, respirar profundo y tras un sorbo largo al agua, la “Bran-Frut” fresa le haría menos dulce que lo dulce la vida.

La historia, de verdad que pudo ser así, o quién sabe cómo. Hacer un amarre en la impaciencia, poner a trabajar el miércoles y la tolerancia y llegar las trece treinta y cinco, la guardia afuera del cole, con el sol divirtiéndose y partiendo por la mitad un cielo sin nubes, con la certeza del todavía faltan ocho horas. Resignarse o aceptar-quién sabe-, para estirar las piernas y esperar la hora donde las madres de familia llegarían. Establecerse, anidarse, refugiarse en su máquina-amor y decir por qué sí y por qué no.

La historia debió ser así: sin chiste, sin mayor caso que eso. Pero ahí viene El Destino y sus iniquidades que le salen tan bien. Salir al baño, mandato de Natura, porque es así, porque a quién se le ocurre, porque ¡carajo, qué mala idea! y entonces alguien así, a mansalva lo detiene: “tú eres tal?” y él, que hace mucho no le nace la sonrisa dice: “sí, por?” y Ella que dice: “porque me han contado de ti” y entonces él, con todo su pasado, con todos sus complejos solitarios, con todas sus canciones cantadas a tonouno le mira. Y es una mirada clara, y son los trescientos sesenta grados del perfume y el uno setenta y el cabello tan claro y la nariz tan perfilada, y la mirada tan joven –qué diferencia- y sus modos todos tan lindos y sus poses de gimnasio sin correr…

Pudo ser de otra forma, pudo -quién sabe- no ocurrir así. Pero decir cualquier cosa suena tonto. Más para su imagen de inalcanzable. Y entonces él pregunta: “sos nueva” y ella responde: “tú no eres argentino” y luego se olvida –él- de ir al baño y de su vejiga a punto de estallar- y le dice “que necesita acompañarla” y ella, que ya se transforma en Ella, camina dos pasos arriba del piso. Y él, tan incrédulo: “y te llamas…?” y Ella: ¿Qué adelantas sabiendo mi nombre…? Mientras sonríe y su sonrisa –la de Ella-borra todo su pasado –el de él. “Y conoces a San Joaquín” –le reta él. Y se arma un diálogo asíncrono, pausado, tierno, a escalas. Y para rematar Ella le susurra quedito, “mis novios dicen que tengo la frente muy alta, la lengua muy larga y la falda muy corta…” y él sonríe y repone: “toma mi teléfono, cuando te canses de amores baratos de un rato, me llamas…”

Claro que pudo no existir, claro que pudo no pasar. Pero si ella –o Ella?- estuviera a su lado, si Ella con sus años menos le reconstruyera la vida, si Ella durmiera junto a él y se levantara con la mirada clara y el perfume intacto, él simplemente se sentiría vivo. Después de mucho resucitarse, estaría vivo. Vivo y feliz.

Vale pues. Salud y una mirada clara para los amaneceres largos.